En el Clot, al número 94 de la avenida Meridiana muchos lo conocen como El edificio de los okupas. Lo cuenta Jordi M., uno de los propietarios de varios pisos, y una vecina que quiere mantenerse en el anonimato. El historial de conflictos, generados principalmente por una familia, es largo, intenso y especialmente duro para Josefa, una vecina que acumula 20 denuncias y 10 juicios contra uno de sus miembros, un joven de veintipocos años. El 20 de abril, el juez lo envió a prisión tras saltarse reiteradamente varias órdenes de alejamiento contra la mujer, a la que amenazó, apuñaló y agredió en diversas ocasiones.

Los dolores de cabeza de los vecinos y la tensión  –que viene y va en función de la sucesión de episodios conflictivos – los causan los habitantes del entresuelo primera. Allí vive una mujer con sus cuatro hijos, de entre 3 y 20 años. Hace años, la progenitora ocupó ilegalmente. Desde entonces, el edificio sufre daños y desperfectos en los espacios comunes de manera sistemática. La puerta principal y el ascensor han sido reparados varias veces, los buzones están forzados y la basura inunda permanentemente la escalera, un patio y parte del vestíbulo con restos de comida y, a veces, también excrementos.

"¡FUEGO, FUEGO!", GRITABAN LOS NIÑOS

El lunes al mediodía, la insalubridad con la que conviven los edificios se convirtió en un problema de inseguridad cuando se registró un incendio en el piso señalado. Eran alrededor de las 12.30 horas cuando se originó un fuego en el patio donde la familia acumula restos de porquería de diversa índole. En esos momentos, los vecinos denuncian que la madre no estaba. La llamaron y no contestó. "¡Fuego, fuego!", gritaron algunos niños desde la escalera, relata Alfonso (nombre ficticio), otro residente que avisó a los bomberos. 

 

Dos de los hijos tienen tres y cinco años. Los vecinos escucharon gritos de menores de muy corta edad, pero no pueden concretar la edad exacta de los críos que el lunes se hallaban en el interior. Una de ellas, adolescente de unos 14 años, explicó que en el momento del fuego estaba durmiendo. Las llamas alcanzaron varios metros de altura como demuestran una lavadora y un aire acondicionado del balcón del primer piso parcialmente calcinados. A las 14.00 horas, una hora después de que los bomberos apagaran el fuego, la madre aún no había aparecido.

CUATRO INCENDIOS

Los servicios sociales municipales asistieron a la familia y la madre, que finalmente acudió al edificio. El consistorio alojó de emergencia al núcleo familiar formado por seis personas, según informa otro portavoz municipal. Cuando los servicios de emergencia abandonaron el domicilio la Guardia Urbana precintó el piso con las habituales cintas de plástico. Este miércoles, cuentan varios vecinos, este precinto había desaparecido. La mujer había regresado junto a su hermana.

Este es el cuarto incendio producido en este edificio en los últimos 10 años, un edificio que llegó a registrar okupaciones en la mitad de los 22 apartamentos. La mayoría de ocupantes no han generado problemas de convivencia, casi siempre protagonizados por esta mujer y algunos de sus hijos, especialmente los dos mayores. "El grande ya está en la cárcel y el segundo sigue los mismos pasos", asegura una vecina. "Si el Ayuntamiento no quiere fijarse en esta situación es porque no quiere", sigue enfadada.

Ventanas sin marco en el piso okupado en una imagen de septiembre de 2020 / METRÓPOLI

 

"SI ALGÚN DÍA PASA ALGO, NO SERÁ UNA SORPRESA"

Con el susto del lunes, los nervios de algunos vecinos, destrozados, afloraron. Ocurrió con una mujer que rompió a llorar mientras repetía que así no se puede vivir. Otra residente embarazada sufre también los desmanes y ruidos de esta familia. Son varios los residentes a los que les cuesta trabajo dormir. "Tenemos la sensación de que existe el riesgo de que ocurra una desgracia como ha pasado en Santa Coloma", comenta Alfonso en alusión al dramático incendio de hace dos semanas que se saldó con tres muertos en un edificio parcialmente okupado. "Si algún día pasa algo, nadie podrá decir que no lo esperaba".

El número de okupaciones ha bajado en los últimos años. Jordi solo contabiliza este, el más conflictivo, y un segundo. En septiembre de 2020 contabilizaba ocho casos. Este hombre ya tiene las puertas reforzadas preparadas en otra de las viviendas para colocarlas en el entresuelo. "La okupación no es un derecho. Existe el derecho de la vivienda que debe gestionar el Ayuntamiento. Lo que ocurre en este edificio es una anomalía", se lamenta. El desalojo de este piso no está lejos, pero a este hombre le preocupa que se cuelen otra vez y pidan dinero a cambio de irse como ya ha ocurrido en el pasado. "Es un mercadeo", afirma.

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