El parque temático del deporte Open Camp abandona su particular carrera. La falta de oxígeno económico y de apoyo institucional han abocado al proyecto empresarial al cese de su actividad. La iniciativa privada tenía todos los ingredientes para triunfar: desde el Estadi Olímpic Lluís Companys como emplazamiento hasta una amplia oferta deportiva para todos los públicos. Pero no ha podido ser. El concurso de acreedores y la propia inviabilidad del proyecto han podido con él.
“El Open Camp podía haber sido una solución magnífica para el Estadi Olímpic, pero se le establecen demasiados límites por parte de las instituciones”, considera el economista barcelonés y exdirector de las instalaciones durante los Juegos Olímpicos de 1992, Jordi Vallverdú. “El apoyo institucional no quiere decir dinero público. Hay muchas maneras de hacerlo, como ayudarle en la comunicación o darle facilidades organizativas”, puntualizaba más tarde en una entrevista a Metrópoli Abierta.
EN NÚMEROS ROJOS
El fundador y director general del Open Camp, Paco Medina, ya advertía a este diario de la gran inversión inicial que se había realizado hace un año. Una inversión que lejos de recuperarse, ha lastrado el proyecto. No se ha podido amortizar la financiación inicial de 13 millones de euros como tampoco se ha llegado al número de visitas ni de ingresos que el parque esperaba.
De hecho, cuando estrenó las reconvertidas instalaciones, Medina preveía una facturación anual de 23 millones y recibir a 1,4 millones de visitantes. Para este año, la dirección esperaba recibir a 1,3 millones de personas, pero las cuentas no salieron y a cambio, ha registrado unos números rojos de 16 millones de euros, lo que debe la compañía a sus acreedores.
Además, la empresa le debe a Barcelona Serveis Municipals (BSM), la empresa municipal que gestiona la concesión del estadio, 1,7 millones por el canon que por contrato estaba obligada a pagar. Una inviable situación que llevó a Medina a pedir una vez más la intervención del consistorio.
PETICIONES Y MANIFESTACIONES
El pasado 14 de julio, cuando trabajadores y representantes sindicales de UGT, CCOO y CGT pidieron a la alcaldesa, Ada Colau, que garantizara la continuidad de los 105 empleados. Una semana después, los mismos afectados se manifestaban junto a la plantilla de metro y de Bicing frente al consistorio para reclamar mejoras laborales y, en su caso, la supervivencia. Pero ni la presión laboral ni una nueva inyección económica han llegado a tiempo.
Para Vallverdú, “un estadio con 56.000 espectadores en una ciudad mediterránea como Barcelona debería ser ocupado por un equipo de fútbol” como ya hizo el Espanyol desde 1997 hasta el 2009. Pero tras su momento de gloria futbolera, el Estadio Olímpico se ha convertido en el principal escenario de conciertos de primer nivel junto a las instalaciones del Palau Sant Jordi, habitual en espectáculos musicales, ferias, certámenes.
“Me consta que la idea de Medina ha gustado mucho en otros Estadios Olímpicos de Europa como el de Munich o Roma. He hablado con ellos y están estudiando hacer algo parecido”, explicaba Vallverdú. Si finalmente sucede, la esencia del Open Camp habrá traspasado fronteras tras cerrar sus propias puertas.