Visitar el Museo del Perfume de Barcelona supone darse un paseo por una parte de la memoria de los envases, frascos y recipientes diversos que a lo largo de la historia han contenido las fragancias, ungüentos y perfumes que ha usado la humanidad desde tiempos remotos.

La palabra perfume proviene de las palabras latinas per y fumare, producir humo, que dependiendo de la madera que se queme, produce un olor diferente. Pero no fue hasta la civilización egipcia cuando el hombre creó los primeros perfumes, aunque en aquellos tiempos eran ungüentos aromatizados.

Vasijas griegas en las que se guardaba el perfume. / CR

El museo, que recoge desde aquellos primeros recipientes de Egipto hasta los de nuestro tiempo, fue creado en 1961 gracias a la inquietud de Ramón Planas, propietario de la perfumería Regia y amante de la historia. "La perfumería Regia nació en 1921", cuenta Ramón María Planas, hijo del fundador del museo y actual responsable del mismo. "Comenzó en la calle Caspe, delante del Tívoli, pero era pequeña y se empezaron a acumular frascos de perfume. Y a mi padre se le ocurrió la idea de hacer un museo".

Dicho y hecho. Se fue a París, sede de las marcas de perfume más glamourosas del momento, contacto con ellas, les contó su idea y estuvieron encantados. Pocos después empezaron a llegar maletas con frascos de esencia del perfume a la sede de la perfumería. En la actualidad, el Museo expone más de 5.000 piezas.

HISTORIA DEL ARTE

Pero Ramón Planas, amante de la historia, quería que el museo mostrara los recipientes usados por el hombre desde que conoció el uso de los perfumes. "Empezó a ir a subastas", recuerda Ramón María, "a visitar anticuarios y a recibir donaciones. Así fue como el museo empezó a crecer. Ahora, la gestión la lleva una fundación, para evitar que la colección se disgregue".

Frasco diseñado por Salvador Dalí en 1945. / CR

Darse un paseo por las repletas vitrinas del museo permite observar de un plumazo una parte destacable de las mejores muestras artísticas de cada una de las épocas representadas. Desde el arte egipcio al árabe, pasando por el etrusco, el griego, el romano, o manifestaciones artísticas orientes, de Japón, China, Tailandia o Bután, muestran las diferencias entre cada una de ellas. Destacan paletas, alabastrones, lekanys, pinzas, ungüentarios, cuencos, platos para incienso, fiolas, etc.

"El Museo se divide en dos partes", explica Ramón María. "La etapa preindustrial, que va desde la antigüedad hasta el siglo XVIII en que empieza la etapa industrial, que es cuando empieza la perfumería industrial y los envases se empiezan a etiquetar".

La evolución de los envases y los materiales que se usan para su fabricación también quedan patentes en el Museo. Del barro egipcio a la porcelana europea, pasando por el cristal romano y el metal de la época medieval, tanto plata como oro, el cristal tallado, el ópalo, el marfil, el lapislázuli o el nácar.

Contenedor de perfume de la reina María Antonieta. / CR

GRANDES MARCAS

Llegada la época industrial, aparecen las grandes marcas y las etiquetas. "Una de las primeras es la alemana 4711. Se llamó así porque cuando Napoleón conquistó la ciudad de Colonia, puso un número a cada casa, y el 4711 le correspondió a la casa en la que se hacía esta colonia", señala Ramón María. El nombre de Colonia surge precisamente porque en esta ciudad alemana se elaboró la primera Agua de Colonia, obra del italiano Giovanni Maria Farina.

La colección de frascos recoge todas las grandes marcas con sus perfumes más representativos. Dior, Channel, Guerlain, Rochas, Lancome, Ives Saint Laurent, Lubin, Carolina Herrera, Versace, etc. También hay lugar para la representación local, como Myrurgia, Pertegaz o Parera.

PIEZAS ÚNICAS

El Museo contiene algunas piezas valiosas, como un frasco de Christian Dior, que representa al perro del diseñador, y del que solo se hicieron 150 ejemplares. O un diseño de Salvador Dalí, de 1945, para la italiana Schiaparelli, denominado Le Roi Soleil, con el tape en forma de sol, con una cara en el medio con facciones dibujadas con formas de pájaros, y un envase en forma de concha. O el frasco diseñado por Jean Nouvel, el diseñador de la Torre Agbar de Barcelona. El diseño fue encargado por Ives Saint Laurent y tiene la misma forma que la famosa torre. O el diseño de las cajas de sus perfumes elegido por Chanel para la celebración del 50 aniversario, en las que abandona su típico color blanco y las decora con el estilo de Andy Warhol.

Las Cuatro Estaciones, cuatro perfumes de Lubin. / CR

Aunque una de las más valiosas es un recipiente en forma de libro que perteneció a la reina María Antonieta y en el que está grabado su escudo de armas con la flor de lis.

INSPIRACIÓN

Uno de los pequeños secretos que guarda el Museo es el hecho de que ha sido visitado en numerosas ocasiones por artistas en busca de inspiración. "Han sido varios los artistas españoles y extranjeros que nos han visitado en busca de inspiración", afirma Ramón María. "Uno de ellos fue Claes Oldenburg, autor de las estatuas de las cerillas que hay en Valle Hebrón. Le encargaron el diseño de un frasco de perfume y vino aquí a buscar inspiración. Y no ha sido el único".

Perfumes de Dior, con la figura del perro del diseñador. / CR

Además, Ramón María hace notar un detalle importante de la exposición. "Aquí no solo es importante el diseño de los frascos, algunos extraordinarios. Yo creo que también es importante el diseño de las etiquetas. Aquí hay etiquetas diseñadas en los dos últimos siglos y se puede ver perfectamente la evolución de este tipo de diseño en este tiempo".

Unas dedicatorias de algunos de los más prestigiosos perfumistas del siglo XX, como Jean Paul Guerlain, popr la fundación del Museo permiten asegurar que el trabajo, la dedicación y la inspiración de Ramón Planas valieron la pena y que visitar el Museo del Perfume es una cita ineludible.

Jean Nouvel diseñó un frasco para Ives Saint Laurent similar a su diseño de la Torre Agbar. / CR

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