Coge aire, porque este viaje será intenso. Respira hondo y sumérgete en el bosque. Utiliza todos tus sentidos para conectarte con la naturaleza. Esto que ahora estás haciendo –u imaginando– se llama "shinrin-yoku", que traducido del japonés significa “bañarse en la atmósfera del bosque”.

Nos reunimos en la sierra de Collserola con Annette Lavrijsen, una periodista holandesa que acaba de publicar su primera obra. Y va sobre esta técnica: Shinrin-yoku (Lince, 2018).

La práctica nació a principios de los ochenta en Japón como un método para ayudar a los habitantes de las grandes ciudades extremadamente urbanizadas como Tokio, Osaka o Kioto. El objetivo era fomentar las visitas a la naturaleza. De hecho, dos tercios del país nipón están cubiertos de bosques enormes, así que no había excusas.

La vorágine de las urbes –el caos, la contaminación, la rapidez, el ruido– nos encamina al abismo, y por eso cada vez hay más movimientos conscientes en defensa del medio ambiente, el ecologismo, la comida sana y paz mental. Para recuperar la salud, en todos los sentidos, es necesario el contacto con la naturaleza. Y, para eso, en Barcelona tampoco hay excusas.

“Cada vez pasamos menos tiempo en la naturaleza y más delante de las pantallas”, introduce Lavrijsen. Sonríe y sigue contando. “La naturaleza vive en el momento presente, no se recrimina nada del pasado ni se plantea el futuro”. A diferencia de nosotros, que tendemos a olvidarnos del ahora.

Nos tumbamos en el suelo –sobre unos matojos– y nuestra “guía espiritual” nos propone una pequeña meditación. Las nubes atraviesan nuestro campo visual, las moscas vuelan cerca, los pájaros cantan, crujen algunas ramas. Son los ingredientes del champú de este peculiar baño que huele y sabe a pino.

Cerramos los ojos. “Imaginad un momento feliz”, nos sugiere. Imaginamos. Todo nuestro cuerpo está en contacto con la tierra. “Es importante soltar la energía y no vivir tanto en la cabeza, sino en la tierra”.

Un momento durante la meditación con Lavrijsen en Collserola / HUGO FERNÁNDEZ



Inspiramos profundamente. “En el bosque respiramos fitoncidas, unos aceites esenciales que producen las plantas leñosas. Son beneficiosos para nuestras salud porque previenen el daño celular, activan nuestro sistema inmunológico y eliminan la secreción de las hormonas del estrés, el cortisol y la noradrenalina”.

Abrimos los ojos. Vaya viaje.

En 2004, el Ministerio de Agricultura y Pesca japonés encargó un estudio para comprobar los efectos del shinrin-yoku en nuestra salud. En él demostró que un baño forestal puede tener un impacto muy positivo sobre nuestra salud tanto física como mental. Así lo explica Lavrijsen en el libro. “Está comprobado que resulta beneficioso contra síntomas como el letargo, el estrés crónico, la depresión, la ansiedad y la hipersensibilidad”, nos desvela.

“No hace falta el yoga ni la meditación, el shinrin-yoku es una forma fácil de reconectarnos con nosotros mismos”, dice gesticulando. Lavrijsen se ha sumergido tanto en el bosque que se ha mimetizado con él. Sus penetrantes ojos verdes y su blusa llevan un mensaje subliminal: bosque.

Pero, ¿cuánto tiempo necesitamos para empaparnos de la buena energía de la naturaleza? “Los expertos creen que con unos 40 minutos caminando y sentándote en el bosque es suficiente, pero yo creo que el efecto y más intenso y profundizas más si pasas más tiempo y lo haces con más frecuencia”, nos indica.

Así nos despedimos, renovados, llenos de conocimiento nuevo y listos para encarar el barullo de la ciudad con otra actitud. 

Descubre más sobre la historia a través de este vídeo de Metrópoli Abierta.

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