Andrés Iniesta lloró mucho cuando se marchó de Fuentealbilla para jugar en el Barça. Llegó a la Masia con 12 años y lo pasaba muy mal cada vez que se despedía de sus padres y su hermana. En la residencia azulgrana conectó muy bien con Víctor Valdés, mucho más impulsivo que él. Con el portero compartió muchas emociones en los campos de fútbol y también en el colegio León XIII, donde recibieron algunas lecciones de la vida que nunca olvidarán. Uno de sus tutores, el profesor Alejandro Juárez, recuerda al Iniesta más adolescente, quien un día tuvo que cortar su vinculación con la escuela “porque pasó a entrenarse cada mañana con el primer equipo”. Años más tarde, marcó el gol más importante de la historia del fútbol español en Sudáfrica.
“Me alegro mucho de los éxitos de Andrés porque es una persona sencilla, un buen modelo para los niños”, recalca Juárez, quien nunca olvidará el día que se despidió de Iniesta. “Ese día pudimos hablar un rato y solo le pedí que no cambiara. Recuerdo que le dije que conseguiría todo lo que se propusiera en la vida porque conocía al futbolista que ya despuntaba en el filial y a la persona. Siempre fue muy querido por sus compañeros y, sobre todo, por Valdés. Es curioso, pero los polos opuestos se atraen”, añade el profesor de lengua de Iniesta. Otro buen amigo del centrocampista fue Samuel Eto'o, futbolista con un carácter explosivo.
BUEN ESTUDIANTE
En los últimos años del siglo XX, Iniesta estudiaba por las mañanas y se entrenaba en las categorías inferiores del Barça por la tarde. Por la noche, “llegaba baldado” a la Masia. En el León XIII recuerdan que “nunca levantó la voz a nadie” y que se relacionaba con “naturalidad” con todos sus compañeros. “Era un buen estudiante, una persona muy responsable, tímida y, sobre todo, discreta”, rememora Juárez, quien intuye que su etapa en el Barça tiene los días contados y jugará los próximos años en China.
En el colegio León XIII cuentan que Andrés se relacionaba mucho con Jordi Mesalles y Jorge Troteiro, que nunca llegaron a la élite aunque el segundo iba para crack. En cambio, sí triunfaron y triunfan otros futbolistas que estudiaron en esta escuela de la zona alta de Barcelona. Si Iniesta era la discreción personalizada, Juárez asegura que Arteta era “la nobleza”, Cesc Fàbregas, “la osadía” y Leo Messi, “la timidez”. Valdés destacaba por su “espontaneidad”, Sergi Roberto, por su “bondad” y de Gerard Deulofeu ensalza su “honestidad”. De todos, “el más querido y respetado por las aficiones rivales” ha sido Iniesta, recalca el maestro. Y su currículum es el más brillante.
Con el Barça, Iniesta lo ha ganado todo. Ya suma 31 títulos: 8 Ligas, 6 Copas, 7 Supercopas de España, 4 Champions, 3 Supercopas de Europa y 3 Mundiales de Clubes. Con la selección ha sido una vez campeón del mundo (¿quién no recuerda su gol en la final del Mundial de Sudáfrica a Holanda?) y dos, de Europa. En su última final como futbolista, fue ovacionado por la afición del Barça y aplaudido por los sevillistas en el Wanda Metropolitano como reconocimiento a su magia futbolista y su talante afable. En el León XIII, mientras, aplauden al gran jugador que es y recuerdan a la persona discreta y con un gran sentido de la responsabilidad que convivió con ellos.