El 3D salta de las salas de cine a la cirugía

La irrupción de la cirugía laparoscópica a finales de los 80 y principios de los 90 supuso un enorme avance en las técnicas quirúrgicas. Frente a la cirugía convencional, la laparoscopia permite incisiones mucho más pequeñas, reduciendo invasión quirúrgica, provocando menos sangrado, y con un postoperatorio notablemente menos doloroso, consiguiendo acelerar la recuperación del paciente y disminuyendo significativamente el periodo de hospitalización.

Básicamente, la cirugía laparoscópica se vale de una lente óptica dotada con luz que permite al cirujano ver a través de un monitor el interior de la cavidad abdominal, que es la zona del cuerpo generalmente indicada para este tipo de intervenciones. Gracias a ello, el tamaño de la incisión es el estrictamente necesario para introducir la óptica y el instrumental quirúrgico: entre 0,5 y 1,5 cm.

Pero esta técnica representa un gran reto para el cirujano, que debe desarrollar habilidades quirúrgicas sobre las tres dimensiones de la realidad del paciente pero guiado mediante las imágenes bidimensionales que ve en la pantalla. Además, el especialista debe manipular y tener la “sensación” de los tejidos a una distancia de 30 centímetros, que es la longitud del instrumental.

TRES DIMENSIONES Y ASISTENCIA ROBÓTICA

La evolución de esta técnica permite hoy superar en buena medida esos retos profesionales gracias a la denominada laparoscopia 3D. Según explica el doctor Salvador Esquena, “este avance laparoscópico optimiza visión, movimientos y resultados, permite realizar la intervención visualizando con un mayor aumento las estructuras anatómicas, y aporta una visión tridimensional, lo que permite una movilidad más precisa al cirujano y una disección y manipulación de los tejidos muy precisa y delicada”.

El doctor Esquena lidera la aplicación de esta técnica en los hospitales universitarios Sagrat Cor y General de Catalunya, ambos del Grupo Quirónsalud. El equipo tiene como consultor al Dr Antonio Rosales, uno de los pioneros en España en cirugía laparoscópica convencional, con más de 2.500 pacientes operados mediante esta técnica en sus manos. Ahora, han especializado su laparoscopia 3D en la cirugía de cáncer de próstata, riñón y vejiga.

Las laparoscopias 3D reducen el riesgo de provocar incontinencia urinaria o disfunción eréctil

“El uso en laparoscopia de imágenes tridimensionales asistido por un brazo quirúrgico robotizado permite optimizar notablemente la visión del cirujanos, hecho que se traduce en un mejoría de los resultados funcionales, así como de una optimización de los oncológicos. La mayor precisión reduce el riesgo de provocar incontinencia urinaria o disfunción eréctil, que desafortunadamente son los dos efectos secundarios adversos más frecuentes en este tipo de intervenciones”, subraya por su parte el doctor Esquena.

Ambos especialistas coinciden además en destacar que la robotización de los equipos, en sus distintas vertientes, como el brazo robotizado, para sustentar la cámara, que incorporan estos equipos, hace más cómodo y preciso el procedimiento al cirujano, y economiza personal en la intervención. Esto es así porque el tercer cirujano tiene como misión el manejo de la cámara, función que en este caso cumple el brazo robótico, que es dirigido mediante un mando a distancia a las órdenes del especialista. Su mecanización evita las vibraciones o movimientos por cansancio, con lo que la imagen 3D es más precisa. En el campo urológico, y junto al tratamiento quirúrgico de los mencionados tipos de cáncer, esta tecnología laparoscópica 3D está indicada también para cualquier cirugía reconstructiva del aparato urinario, donde obtiene igualmente excelentes resultados.