Desde hace más de cinco décadas existen los controles antidopaje en el fútbol, si bien no ha sido hasta los últimos quince años que se ha empezado a realizar un control exhaustivo, auspiciado por las numerosas trampas en otras disciplinas deportivas como el ciclismo o el atletismo.
La UEFA ha sido uno de los organismos que más en serio se ha tomado el control de este tipo de productos que favorecen el rendimiento físico. De hecho, desde hace más de una década que en todos los partidos de la Champions se realiza un sorteo donde dos jugadores de cada equipo son sometidos a un control de orina. En cambio, la RFEF es más permisiva al respecto, por lo que no en todos los partidos de la temporada hay un control antidopaje. Por regla genera, hay controles en ocho de LOS 10 partidos que se juegan en cada jornada de Liga.
En los controles antidopaje siempre hay un oficial de control, generalmente un médico de la UEFA o de la RFEF, que supervisa personalmente la correcta ejecución de la prueba de orina en el recipiente. El médico del club de procedencia de los jugadores es el encargado, mientras se produce la prueba de control, de rellenar una cartilla donde se especifica sobre si el jugador ha tomado algún producto durante esa semana o si tiene algún tipo de alergia que le obligue a medicarse. Los recipientes son entregados al oficial de control que sigue una estricta cadena para que no se altere la prueba, que en 72 horas será analizada por un laboratorio acreditado por la FIFA.
SITUACIONES ROCAMBOLESCAS
Hasta aquí el manual teórico del control antidoping, pero ahora vamos con la pura y dura realidad, y cómo afecta a los jugadores someterse a un control antidopaje.
Para empezar, la UEFA se ha visto obligada a cambiar el protocolo para evitar situaciones rocambolescas como que un jugador después del partido se tuviera que beber hasta seis botellines de cervezas con el fin de facilitarle la micción, saliendo del estadio medio tambaleándose. Y es que el problema era que los nombres de los jugadores sorteados se decían al finalizar el partido, por lo que muchos habían ido al lavabo antes o en el descanso, siendo casi imposible volver a orinar de forma natural. La situación había llegado a ser tan surrealista que más de un jugador había tenido que hacer noche en la ciudad que jugaba el partido mientras que el resto de la expedición marchaba en avión.
Para evitar este tipo de situaciones incontrolables, la UEFA ha decidido comunicar el nombre de los jugadores elegidos por el sorteo antes o como más tardar en el descanso del partido. ¿Qué se consigue con esta medida? Pues si un jugador tiene ganas de ir a los servicios antes o durante el partido y sabe que él es el elegido para pasar el control de dopaje se le recomienda que se aguante hasta el final del partido.
EL CONTROL DE GERARD PIQUÉ
Sin embargo, el problema está servido. Ahora hay futbolistas que se quejan de que jugar con ganas de orinar no les resulta cómodo y que su rendimiento baja en el campo al estar todo el rato aguantándose.
El pasado miércoles, sin ir más lejos, le tocó a Gerard Piqué pasar el control antidopaje en el estadio de Butarque. Al jugador le comunicaron al descanso que era uno de los elegidos. Cuando se enteró lanzó un lamento al aire: “Y si tengo ganas de mear ahora, ¿qué hago?”. Le aconsejaron que se aguantara si podía, pero que si le resultaba apremiante fuera al lavabo y que ya se esperarían el tiempo que hiciera falta después del partido. Piqué, que ya ha vivido experiencias traumáticas por culpa de no poder orinar en el control antidoping hasta el punto de quedarse en la ciudad donde jugaron el partido, decidió aguantar y esperar al final del partido para miccionar. Lo cierto es que no sabemos si esta decisión acabó teniendo su peso en el error que cometió y que a la postre costó los tres puntos al Barcelona, pero es evidente que no ayudó al jugador a sentirse al cien por cien en el terreno de juego.