Barcelona siempre fue la sede española de las revistas dedicadas a la música pop. Desde aquí se sigue editando la incombustible Popular 1 de Bertha M. Yebra y Martín Frías (en tiempos Martin J. Louis) y el hijo de ambos, César. Durante la transición, Star y Disco Exprés (que se editaba en Pamplona hasta que la compró Gay Mercader) iluminaban la escena pop y alternativa, aunque ambas la diñaron en el funesto año de 1980, el mismo en que Jordi Pujol ganó sus primeras elecciones y sentó las bases para el sindiós que estamos viviendo en Cataluña desde 2012, por lo menos. También el Vibraciones de Àngel Casas fue un producto claramente barcelonés, aunque ahí escribiera lo mejorcito de cada casa, como era también el caso de Star y Disco Exprés (acompañé a la revista a su defunción como redactor jefe en su última época, lo reconozco). Y lo mismo puede decirse de Rock Espezial y su continuación, Rock de Lux, que pasó a mejor vida hace unos pocos meses.
Los tiempos no son especialmente propicios para las revistas de rock en particular y la prensa de papel en general. Por eso me hace una especial ilusión que Ruta 66, fundada por dos viejos compadres del underground, Ignacio Juliá y Jaime Gonzalo, acabe de cumplir con buena salud sus primeros 35 años de vida, que celebra con un estupendo número especial que puede adquirirse en los quioscos que todavía permanecen abiertos (en Barcelona están cayendo como moscas, por cierto, incluso en lugares de tanto trajín como el Paseo de Gracia). Ignacio y Jaime siempre fueron genuinos true believers del rock y han conseguido ganarse la vida hasta ahora hablando de su música favorita, cosa que tiene un mérito notable.
Mientras uno se iba diversificando, mis amigos seguían fieles al rock y a sus ídolos particulares, Lou Reed en el caso de Ignacio e Iggy Pop en el de Jaime (en el extra de Ruta 66 hay un artículo del señor Juliá sobre la reedición del que para mí es el último gran álbum de Reed, New York). En el underground, cada loco tenía su tema y yo no me quedaba atrás: si Ignacio bebía los vientos por Lou y Jaime por Iggy, yo tenía en un pedestal a Bryan Ferry. Ignacio llegaba al extremo de atravesar el invierno con una chupa negra con la que yo diría que se pelaba de frío, pero la militancia es lo que tiene. En mi caso, la falta de dinero y de una presencia apolínea me impedía reproducir el look de mi héroe (a lo máximo que llegué fue a tirarme dos años embutido en una gabardina con la que pasaba más frío que un tonto y con la que más que parecerme a Humphrey Bogart, me parecía al teniente Columbo).
Ignacio y Jaime montaron Ruta 66 con un zapato y una alpargata y colocaron en la portada del primer número a Mick Jagger y David Bowie, que acababan de grabar al alimón su versión de Dancin in the Street, ilustrada por un videoclip tronchante (35 años después, Jagger ha sobrevivido a un infarto y Bowie ya no está entre nosotros). Se escribían la revista, prácticamente, entre los dos. Y la diseñaba el hermano de Ignacio, Xavi, que también ejercía de guitarrista del grupo Melodrama tras la gloriosa mili que los hermanos Olivé habían vivido como acompañantes de Jaume Sisa. Tenían fama de radicales por escribir únicamente de lo que les gustaba y pasar de la parte comercial del asunto, pero la revista, pese a los agoreros que nunca faltan en esta ciudad, resistió en los quioscos y ha llegado a su trigésimo quinto aniversario.
Mis viejos amigos, fieles a sí mismos, son los últimos de Filipinas del rock and roll. Y han conseguido hacerse con una parroquia fiel que mantiene su invento con vida en tiempos francamente hostiles. Hace tiempo que no me los cruzo, pero creo que se desvincularon del tajo cotidiano en la publicación, pasándola a otras manos (no encuentro nada de Jaime en el número del aniversario), y sé de buena tinta que Ignacio se ha retirado a Banyoles (¿dónde andas, Jaime?). Vaya desde aquí mi enhorabuena por su aguante: es evidente que, como a Lou Reed, el rock and roll les salvó la vida.