Un Black Friday diferente. Sin aglomeraciones, empujones o largas esperas en los probadores. Con menos dinero en efectivo y más pagos en tarjeta, con mascarillas obligatorias y gel hidroalcohólico en las puertas de todos los establecimientos y ordenadas colas a las puertas de las tiendas. La pandemia del coronavirus ha hecho que Barcelona viva de una forma totalmente distinta esta jornada tan señalada para el comercio desde hace unos años. 

El evento, que nació en los Estados Unidos tras el día de Acción de Gracias o Thanksgiving, hace años que se celebra con entusiasmo entre los sectores económicos de Barcelona. Los grandes descuentos ayudaban a incentivar las ventas y los comerciantes conseguían recaudar la facturación de una semana en un solo un día, pero este año no ha sido así. A pesar de que ha habido un aumento de la clientela, no se ha producido el fenómeno de consumismo masivo que ocurría desde su implantación en la capital catalana. 

UN VIERNES NEGRO ATÍPICO

Tal y como se puede ver en la fotogalería realizada por Metrópoli Abierta, el centro de la ciudad ha vivido un Viernes Negro atípico. Las tiendas no se han llenado hasta los topes gracias a la organización de los empleados. Por su parte, la gran mayoría de los consumidores han sido cautelosos y precavidos y no han removido estantes a lo loco con tal de encontrar la mejor ganga.

En definitiva, ha sido un día de ventas que seguramente signifique un incentivo para los comerciantes pero que, ni de lejos, les hará recuperar todo el dinero que han perdido por culpa del Covid-19. 

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