Este jueves se inaugura en la Fundación Foto Colectania una exposición que recoge imágenes y películas de la fotógrafa norteamericana Mary Ellen Mark (Elkins Park, Pensilvania, 1940 – Nueva York, 2015) por la que merecerá la pena desafiar al coronavirus y acercarse al paseo Picasso, número 14. En ella encontrará el visitante una buena muestra del trabajo de esta artista que se especializó en plasmar vidas desafortunadas desde la empatía y la compasión, evitando siempre esa especie de celebración del horror en que han incurrido otros fotógrafos, dejando aparte su buena intención (pienso en Sebastiao Salgado, artista de una técnica impecable puesta al servicio de una suerte de Internacional del Sufrimiento).
Durante su larga carrera, Mary Ellen Mark dedicó especial atención a las mujeres desdichadas, cuyas vidas retrató en libros como Ward 81 (sobre las internas de un pabellón psiquiátrico de Oregón) o Falkland Road: prostitutes of Bombay (sobre profesionales del sexo de pago en la India). Con algunos personajes llegó a familiarizarse hasta la obsesión, como es el caso de Erin Blackwell, alias Tiny (Pequeña), a la que conoció cuando vendía su cuerpo a los 13 años y a la que siguió durante tres décadas, dedicándole dos libros y una película, Streetwise, gracias a los cuales todos pudimos seguir la evolución de una mujer que podría haber muerto antes de llegar a serlo, pero que logró sobrevivir y hasta dar a luz a diez hijos.
Otros fotógrafos han optado por retratar a los ricos, guapos y famosos, pero la especialidad de la señora Mark siempre fueron las mujeres peor tratadas por la sociedad, a las que retrató sin paternalismo alguno, sin aparentar que les hacía un favor al exponerlas a la mirada pública y sin aprovecharse de su infortunio para fabricarse una bonita carrera de empática benefactora de la humanidad: se limitó a llamar la atención sobre ellas en libros y películas que nunca dejaron indiferente a quien las viera.
No sé si Foto Colectania piensa editar un catálogo de la muestra, pero de no ser así, me permito recomendar a los profanos de la obra de Mary Ellen Mark la antología con la que yo mismo me hice hace unos años, Exposure, a cargo de la editorial inglesa Phaidon, que recoge material de todas sus épocas y fue para mí una entrada espléndida en el universo de hermosas desgracias de la señora Mark. Quien se acerque al paseo Picasso, eso sí, que lo haga sin prisa alguna, ya que las fotos de Mary Ellen Mark no son de las que se pueden ver sin dejar de recorrer la galería a buen ritmo. Algo en ellas te obliga a detenerte ante cada una –como me sucedió con las páginas de Exposure y me sucede cada vez que lo hojeo– y, casi, a entrar en la mente de la desdichada de turno: las hay desafiantes, tristes, falsamente alegres, hundidas, esperanzadas (sobre todo, las misioneras de la madre Teresa de Calcuta) y fatalistas (destaca entre estas la incombustible Tiny, siempre mirándote como si te retara a afearle la conducta). Todas juntas componen una especie de puzle sobre el abuso femenino que no puede dejar indiferente a nadie que sienta la más mínima empatía por sus semejantes.
Entre Foto Colectania y la Fundación Mapfre, Barcelona tiene bastante bien cubierto el frente fotográfico. Lástima que nuestro indiferente gobierno autonómico o nuestro solidario Ayuntamiento no se acaben de decidir jamás a crear un museo de la fotografía barcelonesa que tantos artistas podría acoger y cuya obra está diseminada por otras ciudades. Si las fotos hablaran y lo hicieran en catalán, puede que ya lo tuviéramos.