Un espejo, un sofá, un armario, una viga de hierro y unas sillas apiladas entre cuerdas y telas blancas... Todo ello, metido en un cubo de cristal colocado en un estanque y bajo un chorro de agua constante. Ahí está, en el Paseo de Picasso, en la frontera entre el Born y el Parc de la Ciutadella. De lejos, cuesta de entender; de cerca... de cerca está claro que es arte urbano.

¿Nombre del conjunto escultórico? "Homenaje a Picasso". ¿Autor? Antoni Tàpies.... Y entonces, de repente, todo cobra sentido. La obra fue un encargo del Ayuntamiento de Barcelona para conmemorar el centenario del nacimiento de Picasso, en 1981, aunque no estuvo acaba hasta dos años después.

MUEBLES MODERNISTAS

Tàpies tiró de su informalismo matérico para recrear la época en la que Picasso vivió en Barcelona,  alojando en el interior del cubo un conjunto de muebles modernistas de ese momento. La inauguración de este montaje escultórico de Antoni Tàpies a principios de los 80 causó revuelo en la vida cultural catalana. Mucha gente se indignó  por el hecho de que una propuesta tan vanguardista, que algunos llegaron incluso a tildar de burla, se instalara en un rincón de Barcelona en el que se respira todavía una atmósfera de principios del siglo XX.

Como un pájaro en una jaula, el recuerdo del pintor malagueño queda atrapado en el interior de otra escultura urbana de Tàpies con una clara función social: la de acercar el arte a la vida cotidiana. Dentro del cubo, escrito en tinta azul sobre un  lienzo blanco, una frase atribuida al artista homenajeado: "Un cuadro no es para decorar un salón, sino que es un arma de ataque y de defensa contra el enemigo”. Toda una declaración de intenciones por parte de ambos artistas.

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