Rambla de Catalunya, 77. Parada obligatoria. Unos metros antes de llegar es imposible no reparar en la imponente fachada del edificio que hace esquina con la calle de València. El arquitecto Josep Domènech i Estapà ya se encargó de que no pasara desapercibido cuando lo proyectó, dotándolo de ese rasgo de monumentalidad tan característico y personal suyo. Atrapa, atrae como un imán y arrastra hasta la misma entrada solo por ver desde ese ángulo, en contrapicado, las esculturas que decoran la primera planta.
Un truco de magia, de prestidigitador. Porque según se va reduciendo la distancia entre el paseante y el punto de destino, toda la atención se desvía inevitablemente a la planta baja. Farmacia Bolós, anuncia un cartel de hierro forjado decorado con la flor de la adormidera, símbolo por excelencia de las farmacias modernistas, y escrito en caracteres típicos de este estilo. No es el único detalle de la época en la fachada: en un lateral, cuelga un farol trabajado en hierro forjado y cristal emplomado que también recuerda el nombre del establecimiento. ¡Y todavía da luz!
INTERIOR ESPECTACULAR
El primer propietario, el farmacéutico Antoni Novellas encargó la decoración del local en 1902 al arquitecto Antoni Falguera, y se la vendió a la familia Bolós en 1927. El establecimiento, catalogado por el Ayuntamiento, mantiene muchos elementos originales gracias a la reforma impulsada por el actual propietario, nieto de Antoni Bolós.
Vale la pena entrar a comprar algo solo por el placer de ver el interior, donde se han conservado las vitrinas, un escaparate de caoba trabajado con formas curvilíneas, pinturas murales en el techo que representan alegorías farmacéuticas y vitrales decorados con representaciones de plantas y flores medicinales.
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