Casi en el cruce de la plaza de la Pomera con Gran de Sant Andreu, destaca un mosaico pintado en el suelo, de estilo Joan Miró. Es obra de los niños y niñas del barrio, que participaron en un homenaje al artista, y que el Ayuntamiento materializó, en 1994.

Al otro lado de la plaza, destaca un gran mural de Antoni Gabarre, pintado en 1987 por encargo de la Asociación de Vecinos de Sant Andreu y que reproduce el paisaje que tenía este lugar antes de su destrucción.

EL RESULTADO DE UN TRÁGICO ACCIDENTE

La plaza de la Pomera es hoy un rincón emblemático del distrito. Debe su existencia a un trágico accidente acaecido a finales de los años 60: durante las obras del túnel de la Línea 1 que comunica la estación de Fabra i Puig con la de Sant Andreu, muchas casas de esta zona sufrieron grietas.

Algunas resultaron tan gravemente afectadas que fueron derribadas y dejaron un espacio vacío, un agujero desolado. Pero los vecinos lucharon para mantener un manzano del patio de una de las casas como testimonio y como recordatorio de la promesa de convertirlo en una plaza pública. Una promesa que se hizo realidad hace décadas y que en el 2019 se reformó y mejoró.

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