La salud mental recoge el bienestar emocional, psicológico y social de una persona. También determina cómo un ser humano maneja el estrés, se relaciona con los demás y toma decisiones. Las enfermedades o trastornos mentales alteran el comportamiento y el estado de ánimo de una persona. Las más conocidas son la depresión y la ansiedad.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que interfiere en la vida de quien lo padece. La ansiedad con frecuencia va de la mano de la depresión. Las personas con trastornos de ansiedad enfrentan sentimientos intensos e incontrolables de temor, preocupación o pánico que pueden interferir en las actividades diarias y pueden prolongarse en el tiempo. Pese que son entidades clínicas independientes, es común que coexistan en una misma persona, según aclara el doctor Albert Majó Ricart, especialista en Psiquiatría del Centro Médico Teknon.
¿QUÉ LAS PROVOCA?
Depresión y ansiedad son formas de reaccionar ante episodios externos o internos. Si ese episodio se interpreta como una amenaza, se disparará el sistema de alerta o ansiedad, mientras que si se percibe como una pérdida o fracaso es muy probable que se active el sistema que dará lugar a la depresión.
Habitualmente se considera que la depresión y la ansiedad son entidades clínicas independientes, aunque lo más frecuente es que aparezcan de manera conjunta, en mayor o menor medida, en un mismo paciente. A esta duplicidad de trastornos o enfermedades se la llama comorbilidad.
SÍNTOMAS
También conocida como morbilidad asociada, llega a alcanzar una prevalencia del 60% y uno de cada cuatro pacientes con ansiedad generalizada tienen diagnosticado un trastorno depresivo de forma comórbida. Por ello, la coexistencia de la depresión y la ansiedad es ahora entendida más como la norma que como la excepción.
La depresión presenta una serie de síntomas que requieren de un tratamiento específico o a un determinado psicofármaco. Son los llamados ‘síntomas diana’. Entre los más comunes, destacan sentimientos de tristeza, irritabilidad, indiferencia ante las actividades habituales, sensación de debilidad física, falta de energía, insomnio, pérdida o aumento del apetito, dificultad de concentración, sentimientos de inutilidad o culpa o, en casos extremos, ideas suicidas.
EL DIAGNÓSTICO
Una depresión se diagnostica a partir de una exhaustiva historia clínica y exploración psicopatológica que debe descubrir al menos cinco ‘síntomas diana’ durante un mínimo de dos semanas y que su aparición no se deba a otra enfermedad psiquiátrica, a consumo de tóxicos o a una reacción de duelo.
Es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y es el doble de frecuente en mujeres que en hombres. Los trastornos depresivos graves afectan a un 3% de la población, porcentaje que aumenta en las formas leves. En personas con antecedentes de primer grado, el riesgo de padecerla aumenta hasta tres veces respecto a la población general.
LAS CAUSAS
Existen diferentes tipos de depresión, que responden a causas muy diversas. Algunas son de origen genético, lo que implica una predisposición hereditaria a padecer un déficit de algunos neurotransmisores cerebrales, principalmente de serotonina y dopamina. En otros casos es un trastorno orgánico, como una enfermedad hormonal, lo que puede alterar estos mismos neurotransmisores.
Otros tipos de depresión tienen su origen en problemas psicológicos, como una baja autoestima o un estilo de pensamiento distorsionado, que sólo deja pasar los estímulos negativos y no aprecia los positivos. Otras depresiones tienen su origen en factores del entorno del individuo, que cuando le afectan de forma continuada acaban por alterar también la neurotransmisión cerebral y desencadenar un cuadro depresivo
EL TRATAMIENTO
Existen básicamente dos grandes opciones para tratar este trastorno: la farmacológica y la psicológica. Los antidepresivos, aunque no exentos de posibles efectos secundarios leves y transitorios, permiten realizar un tratamiento personalizado a cada paciente que debe ser prescrito y controlado por un médico. La psicoterapia proporciona un conjunto de herramientas encaminadas a mejorar las condiciones psicológicas del individuo en el presente y hacia el futuro.
Los mejores resultados se obtienen combinando ambas formas de tratamiento, aunque los fármacos son más eficaces cuando existe un mayor peso biológico en el origen de la depresión y actúan con menor eficacia cuanto más peso tienen los factores psicológicos y ambientales.
De la adecuada combinación de fármacos y técnicas psicológicas va a depender el pronóstico de la depresión, que salvo contadas excepciones, resulta muy positivo.