Ante el número 40 de la Ronda de Sant Pere, los ojos se agrandan y las cejas se enarcan. A veces, las cosas no son lo que parecen y esta es una de esas ocasiones. El despliegue de flores y plantas no deja lugar a dudas, pero los dos enormes mosaicos de teselas de cerámica esmaltada de colores donde puede leerse “Farmacia Laboratorio”, rodeado de guirnaldas vegetales y motivos de colores amarillo sobre fondo lila y rosa, la verdad es que despistan. Son obra de Josep Bru y sustituyen desde 1934 unos vitrales modernistas, del mismo estilo inconfundible que define el local.

DE FARMACIA LABORATORIO A LABORATORIO BOTÁNICO

Dentro, Valentina, que regenta desde hace dos años el negocio que ocupa el local, trajina entre sus plantas y flores como el doctor Palomas debió hacerlo entre fórmulas y medicinas. Sí, lo que antaño fue una “farmacia laboratorio”, ahora es el laboratorio botánico Marea Verde, que se ha adaptado al espacio como un guante. Es un local protegido, de manera que no admite cambios, y, aun así, nada desentona, la integración es total como si negocio y local estuvieran hechos el uno para el otro.

“Dicen que el primer propietario era un apasionado de la botánica”, justifica Valentina abarcando con la mirada el interior del local donde sus flores se mimetizan como una extensión de la ornamentación floral modernista. Valentina se refiere a Francesc Xavier Palomas i Pons, que encargó al arquitecto Fèlix Cardellach la construcción de su farmacia en 1905. Cosas de la vida, Palomas era doctor en Farmacia y fue el primer catedrático de Materia Farmacéutica Vegetal en la Facultad de Farmacia de Barcelona, donde fue decano desde 1934 a 1936, cuando fue asesinado al empezar la Guerra Civil.

Plantas del laboratorio botánico ubicado en el local que albergó durante años la farmacia del doctor Palomas / INMA SANTOS

CONSERVA SU ESENCIA Y SUS DETALLES

Su pasión por el mundo vegetal dejó mella en la decoración de su farmacia. Basta con fijarse en los elementos de hierro forjado, como los árboles que rodean las aperturas o los vitrales con motivos florales a cada lado de la puerta de entrada. ¿Habéis visto la farola de forja que cuelga de la marquesina como una flor boca abajo? Pues recrearos en ella…

El doctor Colomer fue el segundo propietario hasta que le vendió la farmacia, en 1925 al doctor Viladot i Cardona. Después, la farmacia funcionó como tal hasta 1987 cuando se vendió y se desmanteló su interior, aunque aún conserva parte del mobiliario original, como el mostrador, algunas estanterías y las molduras de madera.

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