No hay nada como vagar de aquí para allá por las calles de Barcelona y encontrar donde menos te lo esperas un rincón, un edificio, un detalle que te sirva en bandeja una historia que contar, sobre todo, cuando nunca hubieras sospechado que había algo que explicar. Uno va caminando con los ojos bien abiertos por las calles del Poble-sec y descubre aquí un edificio curioso, allá un mosaico que ocupa toda una fachada, ahora un portal con decoraciones de estilo modernista…
Ah, mira, una fuente de hierro colado, ahí, justo ahí, en la esquina de la calle Margarit con Elkano; una más como tantas otras, que a simple vista no parece tener nada especial. Pero es mejor no dejarse llevar por la primera impresión. Tras su apariencia modesta, esa fuente sencilla y discreta, con su doble surtidor se oculta una de las primeras fuentes públicas del Poble-sec. Puede parecer una tontería, pero en noviembre de 1894, cuando se instaló, fue un acontecimiento.
UNA FUENTE PARA PALIAR LA FALTA DE AGUA
Para entenderlo hay que contextualizarlo. Originalmente, lo que hoy conocemos como el Poble-sec era un territorio rural a los pies de Montjuïc. Empezó a poblarse en 1850 con la llegada de familias, en su mayoría inmigrantes, que debido al crecimiento de la ciudad no cabían en el Raval. Considerado el primer ensanche de Barcelona antes de la reforma del Plan Cerdà, esta zona de la ciudad sufrió a finales del siglo XIX una gran transformación debido a la instalación de un gran número de fábricas textiles. El consumo de agua de estas industrias acabó con las existencias de agua que en sus orígenes rurales corría abundantemente por estas tierras. De ahí el nombre de Poble-sec, y la insistencia del barrio en solicitar a las autoridades soluciones para paliar la falta de agua.
Así, la llegada de esta fuente fue tan sonada, que los vecinos organizaron una. Poco se parece esta reliquia a la primera versión, y es una lástima no haberla conservado ni haber dado más importancia histórica a un elemento del mobiliario urbano tan esencial para la vida cotidiana y que facilitó la rutina de tantas mujeres de entonces, que tenían que llenar cubos para abastecer de agua su hogar.
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