Rossmässler, el viajero naturalista fascinado con las Ramblas
Rossmässler conoció la Barcelona de mediados de 1853 de la que destaca su actividad y el uso de la lengua catalana por parte de las clases medias y bajas
22 mayo, 2022 00:00Noticias relacionadas
Decía Baltasar Gracián que “los alemanes son los hombres más grandes de Europa… Cada alemán tiene dos cuerpos de un español… y son corpulentos”. Emil Adolf Rossmässler, que había nacido en Leipzig el 3 de marzo de 1806, no parecía alemán, pero su pequeña estatura era inversamente proporcional a su enorme curiosidad por conocer el mundo y la naturaleza. Biólogo, escritor naturalista, profesor y político populista creía que la reforma profunda de la sociedad pasaba por una formación naturalista del pueblo. Su obra más conocida fue Iconografía de los moluscos de tierra y agua dulce (1835-1838).
Rossmässler se autodenominaba “Profesor popular” o “predicador itinerante de las ciencias naturales”. Mantuvo una enorme correspondencia con más de ochenta naturalistas, entre ellos Alexander von Humboldt, quien fue una referencia clave en su proyecto de promover el naturalismo entre los ciudadanos alemanes. Hasta en sus últimas palabras, poco antes de morir el 8 de abril de 1867, Rossmässler dejó clara su devoción por la naturaleza y sus ciencias: “Creo que puedo morir tranquilamente porque he vivido tal como lo he considerado correcto… Naturaleza, tú exiges tus derechos; aquí estoy, llévame contigo”.
ALOJADO EN EL HOTEL RAMBLAS
Viajó a España gracias a la ayuda que le proporcionaron sus patrocinadores científicos ingleses. Había leído diversos relatos de viajes de alemanes por tierras ibéricas, además de Don Quijote en la versión tudesca de Wieland. La fascinación alemana por España comenzó hacia 1800, como resultado del rechazo en parte de los ilustrados franceses y al descubrimiento de la literatura del Siglo de Oro. Lo español se había puesto de moda en la Alemania del siglo XIX, y Rossmässler se contagió de ella.
Su libro Recuerdos de un viajero por España, publicado en 1854, corresponde a un viaje iniciado en los inicios invernales de 1853. Llegó a Barcelona el 13 de marzo en un barco procedente de Marsella. Su primera vista de Cataluña fue el Montseny cubierto de nieve y la costa del Maresme recorrida por un tren a vapor que había salido de Mataró. Se alojó en la Fonda de las Cuatro Naciones, sita en La Rambla, 35. Este hotel, abierto por unos italianos en 1770, fue cerrado en 1927, y reabierto más tarde como Hotel Ramblas.
Desde su habitación en el primer piso, Rossmässler contempló el río de gente que paseaba y se animó a compartir primero y a describir, en una decena de páginas, el ajetreado ir y venir de los barceloneses por las Ramblas: tipos humanos, trajes, sombreros, comidas y formas de hablar. Nada más bajar de su habitación pudo comprobar su dificultad para comunicarse: “No entendía nada de español, francés sólo tanto para no morir de hambre, y no se podía ni pensar en hablar catalán que era lo que se hablaba aquí casi exclusivamente entre las capas sociales medias y bajas”.
CATALÁN EN BARCELONA
Esa dificultad le hizo plasmar unas recomendaciones sobre la cuestión lingüística para futuros viajeros alemanes que contradecían su afirmación anterior: “Donde se habla catalán, hablan también, hasta las clases más bajas, castellano”. Y a continuación anotó algunas reglas útiles sobre la pronunciación en castellano. Tomó clases de español, su profesor fue el conocido helenista y catedrático Antoni Bergnes de las Casas, que para el naturalista fue “el español más amable y erudito más minucioso de todo mi viaje”.
Poco a poco fue conociendo la relación entre los usos lingüísticos y el sentimiento de patria, y realizó anotaciones que matizaban sus primeras impresiones: “cada catalán culto domina aparte de su lengua materna también el castellano. Sin embargo, no le gusta usarlo. Más de una vez oí como contestación a mi pregunta ¿Es Vd. Español? “¡No Señor, catalán!”. Sus elitistas informantes debieron condicionar su percepción de las relaciones ente catalanes y castellanos que llegó a calificar de “enemistad”. Según Rossmässler, el origen de este problema era que el gobierno nombraba “mayormente a castellanos” para ocupar cargos en Cataluña. De esta práctica dedujo -o le hicieron deducir- esta victimista/supremacista conclusión: “este hecho mantiene a Cataluña en igualdad de nivel con las demás provincias españolas; pues si tuviera en los altos cargos solo funcionarios nativos, se distinguiría rápidamente del resto del país”.
Su primera visita a los alrededores fue a Montjüic y sus canteras: “me miraban todos lados plantas desconocidas en su mayoría verdes y casi todas plantas playeras”. Durante su camino halló a una pareja despiojándose lo que entre alemanes se llamaba “fiesta familiar española”. Y desde la montaña disfrutó de “una vista panorámica espectacular”. Describió detenidamente todo el horizonte de sierras desde la “ciénaga del Llobregat” hasta Mataró, para concluir que el crecimiento de Barcelona estaba condicionado por el derribo de las murallas que son como “la chaqueta demasiado estrecha para el cuerpo del niño que crece”. Rossmässler opinó que la demolición no se hacía por “la celosa Madrid [que] sabe perfectamente que entonces descendería en pocos años a ser la segunda ciudad del país”. El derribo era inminente, y comenzó justo un año después de la estancia catalana del viajero alemán.
CORRIDAS DE TOROS
Entre el 24 y el 26 de marzo se dedicó a conocer mejor Barcelona y, pasear por las Ramblas, visitó el jardín botánico junto a sus colegas naturalistas de la universidad catalana. Se sorprendió no encontrar en ninguna librería una litografía con vistas de la ciudad, ni de las andanzas de su admirado don Quijote ni de plantas o animales. Situación que reforzaba su idea sobre el atraso técnico y científico español, salvo excepciones “todavía sueñan infelizmente con los tesoros del nuevo mundo”, afirmó. Como viajero comparaba todo con Alemania reforzando tópicos ya conocidos, pero como científico y agudo observador los relativizaba: “Hay que decir de una vez por todas que en España y aún mucho menos en Barcelona no se ve que la gente sea perezosa, aunque hay más vagos en España que en otros sitios”.
Al día siguiente abandonó Barcelona camino de La Jonquera, y desde allí se despidió del “país montañoso amante de la libertad que es Cataluña”, y también de España con estas palabras: “Adiós un país lleno de escombros de antigua grandeza y vetusto poder, bajo el cual yace escondido en el corazón de tus hijos el germen con ricas expectativas de futuro”. El tiempo le dio la razón.