Lady Holland, una de las primeras mujeres viajeras / THE SPANISH JOURNAL

Lady Holland, una de las primeras mujeres viajeras / THE SPANISH JOURNAL

Vivir en Barcelona

Lady Holland, la viajera de la Barcelona del XIX

Elizabeth Vassall tomaba notas en un diario, con apreciaciones sobre Las Ramblas y diferentes edificios y mansiones de la ciudad

15 mayo, 2022 00:00

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Elizabeth Vassall, futura Lady Holland, nació en Londres en 1771. Hija única de una familia adinerada, fue educada sin que se le impusiera ningún tipo de disciplina moral o religiosa, lo cual puede explicar su personalidad futura. Se casó muy joven, cuando apenas contaba quince años, con Sir Godfrey Webster. Fruto de una relación extramatrimonial con Henry Richard Fox, III Lord Holland, tuvo a su hijo Charles Richard en 1796, lo cual provocaría la petición de anulación del matrimonio por parte de Sir Godfrey, cosa que consiguió en 1797. Ese mismo año Elizabeth se casó con Lord Holland, del que adoptaría su segundo apellido y el título de Lady.

Lady Holland, una de las primeras mujeres viajeras que visitaron la península Ibérica antes de convertirse en uno de los destinos preferidos por las élites extranjeras en el siglo XIX, estuvo junto a su esposo en dos ocasiones en los primeros años de esta centuria. El primer viaje tuvo lugar desde el mes de noviembre de 1802 al mes de noviembre de 1804, visitando Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, Madrid, Castilla la Vieja y Extremadura; mientras que el segundo transcurrió entre el mes de noviembre de 1808 y el mes de julio de 1809, en plena Guerra de la Independencia, visitando Galicia y parte de Andalucía.

Portada del libro donde se recoge el relato de Lady Holland

Portada del libro donde se recoge el relato de Lady Holland

Los Holland decidieron viajar a la península Ibérica en busca de un clima más favorable para mejorar la salud del pequeño Charles, siguiendo la recomendación del médico de la familia, el doctor John Allen, quien les acompañó junto a los dos hijos del matrimonio y un amplio séquito (varias criadas y niñeras, el reverendo Matthew Marsh y William Howard). Lady Holland dejó escrito un diario personal de sus vivencias por tierras hispanas, que en principio fue concebido para uso exclusivo de la autora. Parte del manuscrito, depositado actualmente en la British Library, fue publicado en Londres más de cien años después de su redacción, en 1910, por el conde de Ilchester, con el título de The Spanish Journal of Elisabeth lady Holland.

UNA FUNCIÓN DE ÓPERA

El 7 de noviembre de 1802 los Holland y sus acompañantes cruzaron la frontera española por la Jonquera. Después de pasar por Figueres, Girona y Mataró, llegaron a Barcelona el 11 de dicho mes, tras cruzar una torrentera (el río Besòs) en mal estado. Gracias a los contactos que Lord Holland tenía en la ciudad condal, especialmente el comerciante holandés Stembor, consiguieron alojamiento en una mansión espaciosa y elegante en el centro. No obstante, este acomodo, “lóbrego calabozo” llega a calificarlo nuestra ilustre viajera, no acabó de satisfacer a Lady Holland, especialmente por la delicada salud de su hijo Charles y por la corta edad del otro, Henry, un bebé de apenas cuatro meses. La imposibilidad de alquilar un carruaje para poder salir de la residencia y la certeza de ser insultada al asomarse a las calles barcelonesas por la vestimenta que llevaba, alejada de los dictámenes de la moda española de la época, hicieron que permanecieran en la mansión sin salir de ella durante su primer día de estancia en la ciudad.

Al día siguiente, el conde Bourke, embajador danés ante la Corte y viejo amigo de los Holland, se ofreció para presentarles a diversos miembros del cuerpo diplomático que aún estaban en Barcelona, de donde acababa de marchar la familia real, después de visitarla en el curso de un viaje por Cataluña. Junto a la esposa del diplomático danés, Lady Holland asistió a una función de ópera, en un teatro aceptablemente bueno. Después visitaron la casa del conde de Fuentes, uno de los hombres más ricos e influyentes de España.

El día 13 de noviembre Lady Holland consiguió unas enaguas y mantos negros, ropa que le permitió salir a la calle pasando más desapercibida. A pesar de su deambular por las calles barcelonesas, no consiguió encontrar una casa acorde con sus gustos, por lo que los Holland se vieron abocados a aceptar el ofrecimiento del comerciante holandés, quien les ofreció su villa situada en Sarrià, aldea situada a unas tres millas de distancia de Barcelona.

EL CONVENTO DE LAS CLARISAS

El domingo 14 de noviembre tuvo lugar el traslado a la nueva residencia con gran satisfacción para todos, pues de esa manera los niños podían alejarse del aire enrarecido de la sombría calle donde estaba situada la deprimente mansión, donde se alojaron los primeros días de estancia en Barcelona, y así mejorar su salud y crecimiento.  

Convento de Pedralbes, de monjas clarisas, en Barcelona / WIKIPEDIA

Convento de Pedralbes, de monjas clarisas, en Barcelona / WIKIPEDIA

A partir del día 15, los Holland visitaron la ciudad, que ahora ya le pareció a nuestra ilustre viajera muy hermosa, plagada de suntuosos edificios públicos y con el paseo más elegante jamás antes contemplado por ella. Cita las “Ramblas”, de las que destaca que eran una vía larga y recta, la más frecuentada de la ciudad, si bien sus preferencias al respecto se decantaron por el paseo que rodeaba la muralla del mar.

En días sucesivos los Holland recorrieron los principales monasterios y edificios religiosos de Barcelona y sus alrededores. Así, el día 18, se desplazaron al convento de monjas clarisas de Pedralbes, con unas vistas magníficas. Al regresar a la casa del Sr. Stembor, los Holland cenaron en compañía de importantes personajes, entre los cuales el gobernador de la plaza, quien accedió a concederles una autorización especial para que pudieran franquear las puertas de la ciudad a cualquier hora del día.

VISITA A GRACIA

El día 24 subieron desde Sarrià, por una bella avenida de cipreses, hasta el convento capuchino llamado del Desierto, principal convento de los franciscanos en Cataluña. No obstante, al estar vetada la entrada a las mujeres, Lady Holland no pudo acceder a su interior, quedándose en la capilla, mientras los hombres pudieron visitar el jardín. 

El 2 de diciembre, ya bien vestida a la manera española fue a ver la catedral de Barcelona, cuyo interior del más puro estilo gótico le pareció muy bello. El sacristán que les hizo de guía por el templo les enseñó la reliquia más venerada, el cuerpo entero de San Olegario, que reposaba en un sarcófago grande de cristal con ropa muy limpia, a pesar de llevarla puesta desde hacía un siglo.

Itinerario de Lady Holland, en un mapa de la época / THE SPANISH JOURNAL 

Itinerario de Lady Holland, en un mapa de la época / THE SPANISH JOURNAL 

Un día después, los Holland cabalgaron hasta Gracia, bonito pueblo situado a los pies de las montañas circundantes. De Gracia destacó el número y la belleza de sus torres, nombre catalán para una villa. Todas ellas tenían hermosos jardines, repletos de naranjos, limoneros, cipreses y palmeras.

CONOCIMIENTO DEL CASTELLANO

 

El día 7, Lady Holland y la esposa del marqués de Blondel fueron al convento de las clarisas, con las que contactaron a través del locutorio con una reja doble. El atuendo de estas monjas le pareció espantoso. Aquí la viajera inglesa hace una velada crítica a la situación de las religiosas en general, al considerar que la gran mayoría de ellas habían sido metidas en los conventos a la fuerza por sus padres, sin contar con su consentimiento ni opinión.

El 14 de diciembre, camino de Valencia, los Holland visitaron el monasterio de Montserrat, inmensa agrupación de edificios y con hospicio para albergar a los peregrinos que allí se acercaban. En Montserrat pasaron una noche, cosa que les permitió ascender a la montaña para contactar con un ermitaño asturiano y, una vez regresados al monasterio, visitar el santuario donde se venera la Virgen. Desde aquí prosiguieron su itinerario hasta Tarragona, para llegar a tierras valencianas el 24 de diciembre.

El relato de Lady Holland, una de las primeras mujeres viajeras británicas de las que tenemos testimonio de su paso y estancia por la ciudad condal, constituye una fuente histórica con un contenido dispar, pues mezcla desde aspectos puramente personales, entre los que destaca las relaciones con las élites sociales (nobles, diplomáticos, comerciantes, etc.), con las descripciones de algunos de los principales edificios religiosos y de los paisajes que contemplaron. El conocimiento del idioma castellano por parte del matrimonio y los numerosos contactos de Lord Holland, sin duda, facilitaron dichas relaciones y poderse mover con facilidad por todos los lugares que visitaron, cosa que influiría en la imagen positiva que se llevaron de Barcelona y de España los Holland, y que quedó plasmada en los diarios de Elizabeth Vassall Fox.