La batalla política en Barcelona se centra en la comunicación, en quién logra ofrecer un mensaje más claro y directo. Y la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, ha establecido un paradigma que una parte de la ciudadanía acepta: los cruceros colapsan el centro de Barcelona con miles de turistas, que se pasean en grandes grupos. Y, además, contaminan. Su propuesta es restringir los cruceros a tres por día, pero esa idea no la defiende en las reuniones que ha mantenido con todos los implicados. Y con ello ha provocado que el Puerto de Barcelona y el PSC, el socio de Colau en el consistorio, se alíen frente a lo que consideran el “populismo” de la alcaldesa con los cruceros.

El PSC, representado por Xavier Marcé, el concejal de Turismo, es partidario de la autorregulación, pero se remite al acuerdo que está en funcionamiento desde enero de 2018, con el Puerto de Barcelona y las navieras, que trabajan con años de previsión. Tanto Damià Calvet, el presidente del Puerto, como Marcé insisten en que ese acuerdo “se está cumpliendo y es un buen acuerdo”, e inciden en que lo principal es ofrecer “seguridad jurídica en el sector”.

La propuesta de Colau no se puede llevar a cabo, sin acuerdo en el seno del sector, y, por ello, tanto el Puerto como los socialistas, entienden que lo que pretende la alcaldesa es generar un clima que solo busca “una ganancia electoral, un pulso con los sectores económicos, a los que se quiere equiparar con personas insensibles ante el medio ambiente”.

Cruceros en el Port de Barcelona / CG

La interpretación de los datos y los propios guarismos son la clave. El Puerto de Barcelona recoge el análisis de Barcelona Regional. Y señala que la contaminación de los cruceros es “menor al 1% del total que se produce”, y que los turistas que llegan a la ciudad procedentes de los cruceros representan “el 4% del total”. Por tanto, “es injusta y desproporcionada esa alerta de la alcaldesa”, asegura Damià Calvet.

COMPENSAR LA COPA AMÉRICA DE VELA

El mensaje, sin embargo, ya está lanzado. Colau, a partir de determinadas imágenes que se producen cuando un grupo de cruceristas camina por las Ramblas, se erige en la defensora del medio ambiente y de la ‘racionalización’ del turismo. Y, tanto la parte socialista que cogobierna la ciudad, con Jaume Collboni al frente, como el Puerto de Barcelona, se ven incapaces de contrarrestar la voz de Colau.

Pese a todo, el acuerdo suscrito en 2018 se mantiene. Y “no cambiará nada a corto plazo”, según fuentes socialistas, que entienden que lo que busca Colau es un rédito para el consumo interno, para reforzar al núcleo duro de los votantes de los comunes que se llevaron un gran disgusto cuando Barcelona fue elegida como sede de la Copa América de Vela para 2024. Después de años criticando eventos como la Fórmula 1 en el circuito de Montmeló, el Ayuntamiento se ha unido con los organizadores neozelandeses y con el lobi Barcelona Global, además de la Generalitat, para organizar uno de los acontecimientos más elitistas del mundo.

Ese malestar interno explica, según las fuentes consultadas, el interés de Colau en aparecer ahora como la dirigente que quiere restringir la llegada de cruceristas. La alcaldesa entiende que, de forma similar a esos otros eventos, los cruceros son un símbolo de poder y de riqueza que perjudica la ciudad.

Damià Calvet incide en que los perjuicios se compensan con creces con los beneficios, y que el crucerista gasta más de 200 euros por día en la ciudad, y que, además, no se puede contar al crucerista como un turista que usa la ciudad “cuatro veces”, como hace la alcaldesa. Un porcentaje muy elevado de cruceristas se quedan en el barco, y los que bajan a la ciudad tienen contratados servicios para realizar excursiones por el territorio, en comarcas como el Penedès, con todo lo relacionado con el mundo del vino y del cava, por ejemplo.

A UN AÑO DE LAS ELECCIONES

La idiosincrasia del crucerista es variada, “no es homogénea”, recuerdan tanto las fuentes del Puerto como del PSC. Pero Colau ha decidido ir a la guerra, “solo de forma retórica”, en ese ámbito a un año de las elecciones, consciente de que debe respetar el acuerdo que ella misma firmó en 2018.

Otra cosa es que el PSC se vea condicionado por los mensajes públicos de Colau. “Es la alcadesa y dice lo que cree conveniente”, se admite. Pero, formando parte del gobierno municipal, y sin deseos de romperlo a un año de esos comicios, ¿cómo puede airear Jaume Collboni su propio modelo? Esa es la pregunta que se sigue haciendo la parte socialista que cogobierna con Colau.

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