Cabras por la Rambla: así era el paseo hace más de 100 años
Una exposición del Arxiu Fotogràfic de Barcelona ofrece un viaje por la ciudad de 1907 - 1908
29 septiembre, 2022 00:00Noticias relacionadas
Mucho ha cambiado la ciudad de Barcelona en los últimos 100 años. Durante el último centenario la capital catalana ha crecido, se ha expandido, ha absorbido a los pueblos de alrededor y sus edificios son cada vez más altos y modernos. No obstante, la ciudad mantiene ese alma de lo que un día fue, y no es extraño encontrarse con un edificio de más de 150 años rodeado de rascacielos, o ver entre edificios residenciales que datan de los años 50 un antiguo enclave modernista.
Por supuesto, Barcelona ha tenido que adaptarse a sus distintos contextos, desde la irrupción de los vehículos a motor y el fin de carros y diligencias, la modernización de calles y pavimentos, el establecimiento de parques y jardines, zonas peatonales e incluso la edificación de protecciones para evitar trágicos sucesos como los atentados de la Rambla de agosto de 2017.
Si mucho ha cambiado la ciudad, quizá no tanto hayan cambiado los barceloneses. Los ciudadanos siguen disfrutando, como hace 100 años, de pasear por las calles de Barcelona, de charlas amenas en parques y terrazas y de saborear un tentempié mientras prosiguen su camino.
Así es ahora y así era hace 100 años, tal y como muestra la exposición fotográfica de Frederic Ballell Maymí, cuya colección fotográfica expuesta en el Archivo Fotográfico de Barcelona muestra cómo la ciudad habrá cambiado, pero no tanto sus habitantes.
UN BARCELONÉS DE ADOPCIÓN
Hijo de indianos que volvió a Barcelona siendo muy joven, el puertorriqueño Frederic Ballell (1864-1951) trabajó para varias publicaciones de principios del siglo XX como Ilustració Catalana, Feminal, La Esquella de la Torratxa, La Campana de Gràcia o La Hormiga de Oro.
Su fijación por la Rambla se plasmó en las más de 100 fotografías y retratos que este ingeniero industrial de profesión y apasionado de la fotografía realizó solo entre los años 1907 y 1908. En ellas, el artista retrataba la cotidianeidad de la capital catalana y el costumbrismo de la época a través de la espontaneidad. Ballel salía a la calle con una cámara a inmortalizar lo que veía, lo que ha dejado un retrato fidedigno de qué había en la Rambla a principios del siglo pasado.
Salvo la diferencia estética que aportan trajes y vestidos, así como el entorno, pueden apreciarse actitudes entre los ciudadanos de Barcelona tan habituales como las de ahora. Familias, amigos y allegados paseando por la icónica calle, siempre atestada de gente, personas tomando algo o comiendo en un restaurante como el Petit Pelayo mientras una banda de músicos ameniza el momento.
A otra altura de la vía, a la altura de la fuente de Canaletas, las personas pasean por la calle disfrutando de una agradable mañana. Una de las transeúntes se para a conversar con una pareja de agentes de la policía de patrulla cuando se percata del ojo que la observa y la retrata, dejándola como un vestigio del pasado para toda la eternidad.
Por el estado de los árboles, puede apreciarse que debe tratarse de entre finales de otoño o invierno. Ya en 1907, poco antes o poco después de la setmana tràgica la ciudad seguía con su curso habitual y ya era común ver la Rambla atestada, ya fuera por la gente que asistía a misa a alguna de sus iglesias, gente que disfrutaba del paseo o gente que se dirigía al mercado de la Boqueria, siempre lleno aunque previsiblemente no tan atestado de turistas como ahora.
Y hablando del mercado de la Boqueria, el icónico enclave sí ha cambiado a lo largo del último siglo. Para empezar, puede verse la cantidad de puestos y paradas que trabajan sin el techado actual. El mercado estaba compuesto por negocios que no estaban, como ahora, unidos bajo una misma estructura, los clientes -o clientas, en este caso-, pasean a cielo descubierto, saltando de comercio en comercio, para llevarse a casa los productos frescos de temporada.
SERVICIO DE LIMPIEZA
Barcelona, desde su ampliación, ha sido siempre una ciudad grande, y allá donde hay gran bullicio de personas y una ciudad grande, siempre habrá suciedad. Quizá ésta sea distinta, donde ahora la mayoría son latas y plásticos, antes había residuos orgánicos. Y por orgánicos, lo más probable es que se tratara de excrementos y bostas de caballo.
Por aquél entonces, lo irónico es que eran caballos los que tiraban de los vehículos, incluidos los carros de limpieza.
No paseaban con camiones ni tenían depósitos de agua portátiles para limpiar las calles, sino que los encargados de mantener a Barcelona como una ciudad salubre usaban depósitos de agua fijos a los que conectaban mangueras para limpiar las calles.
¿O sí los tenían? La capital catalana, previsiblemente, no tendría la capacidad de cubrir toda su superficie a través de depósitos. Para estos casos, se disponía de un rudimentario método de transporte para el agua de la limpieza: carros con barriles.
Un trío de trabajadores descansa frente a sus carros de limpieza, cargados con barriles en los que aparecen las palabras Limpieza Pública. Por lo que puede apreciarse, han parado para comer a la altura de la plaza de Colón antes de continuar con su trabajo. Viendo los barriles, surge de la pregunta de si el agua que contienen es suficiente para cubrir la superficie a limpiar o si, por el contrario, utilizaban algún método para recargarlo a medida que avanzaban por las calles barcelonesas.
Poco ha cambiado, sin embargo, el clásico cesto en el que los limpiadores guardaban la basura que recogían. A ojo vista, en la imagen parece ser de mimbre mientras que los de ahora son de plástico, lo que mejora su impermeabilidad y aislamiento.
UN PASEO LLENO DE ATRACCIONES
No hay que tirar muy atrás en el tiempo para recordar cuando la Rambla estaba llena de paradas o quioscos de venta de animales. Aquellos que rocen los 30 años, puede que incluso menos, recordarán cuando a lado y lado de la vía se instalaban, junto con las floristerías y las heladerías, lugares de venta de pájaros, conejos, roedores varios, como ratones de laboratorio o hámsteres, etcétera.
La práctica ahora está prohibida, pero hace 100 años ya era común la venta de mascotas, en este caso pájaros, como animales de compañía que alegraban con su canto los hogares de las clases altas barcelonesas.
No eran los únicos negocios de la zona. Los comerciantes sabían bien del potencial de la Rambla, por lo que muchos se instalaban a sus lados para vender sus productos, claramente orientados a un público infantil. En las siguientes imágenes pueden verse distintos negocios de alimentación de la época.
Y es que, ¿qué niño no disfrutaría de un vaso de leche natural en la época? Quizá incluso se pudiera edulcorar con algo de miel o azúcar, puede incluso que chocolate, si bien estos productos eran lujosos y no especialmente accesibles para las clases más populares.
Tras una ración de leche fresca, nada mejor para acompañarlo que unos barquillos o unos dulces con los que hacer las delicias de los pequeños una mañana de domingo.
Y para acabar el paseo, las familias podían pararse un momento a comprar unos globos. Con eso hecho, éstas se aseguraban la diversión y el entretenimiento de los infantes ya para todo el día, nada que no hayamos vivido todos de pequeños, cuando un globo significaba horas y horas de diversión mientras lo chutábamos, golpeábamos o estrujábamos.
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Pasear por la Rambla, actualmente, más allá de los posibles hurtos a los que el transeúnte se pueda exponer, implica ir esquivando a personas que se acercan a intentar vender algo. Desde primeras horas, puede verse a vendedores ambulantes con silbatos u otros objetos con los que intentan atraer a potenciales clientes. A medida que avanza el día y se acerca la noche, el tono va cambiando hacia personas que se acercan a ofrecer, casi clandestinamente, la entrada a coffee shops. En otras ocasiones, se reparten flyers de las discotecas cercanas y, no muy lejos, siempre es sencillo encontrar a trabajadoras sexuales y camellos que ofrecen, sobre todo, marihuana, speed y cocaína, aunque también otras sustancias psicoactivas.
Muy distinto era hace 100 años pues también había vendedores ambulantes, aunque el reclamo utilizado eran globos y carteles que promocionaban espectáculos circenses o comercios y atracciones aledaños.
CABRAS POR LA RAMBLA
De unos años a esta parte se ha avanzado en las ordenanzas municipales en lo que al trato de los animales, la crianza y su uso se refiere. No obstante, a principios del siglo XX no era raro encontrarse con la presencia de animales de carga por esta céntrica vía barcelonesa. Si bien los caballos y las mulas debían componer parte habitual del día a día de Barcelona, más extraño debía ser ver animales de granja.
No obstante, en aquél momento, Barcelona, todavía en pleno crecimiento, convivía con numerosas granjas y huertos a las afueras. Muchos de los barrios de hoy en día todavía no existían y, en lugar de ellos, la ciudad daba paso al mundo rural. Por ello, justamente debía no ser especialmente extraño encontrar la curiosa estampa de un granjero llevando a su rebaño por el medio de la ciudad, bien porque se dirigieran al matadero más cercano, porque coincidía con la ruta de pasto, o cualquier otro motivo.