Excentricidad arquitectónica para la Compañía Peninsular de Teléfonos
El edificio, proyectado por Pere Falqués por encargo de Josep Laribal debía albergar el originalmente las oficinas, los talleres y la rotativa del diario ‘El Diluvio’
15 enero, 2023 00:00Noticias relacionadas
Brutal es un buen adjetivo para definir el edificio ubicado en el chaflán que forma la confluencia de las calles Baixada de Sant Miquel y Avinyó. Tanto por la composición de los elementos de referencia clásica que utiliza como, sobre todo, por sus excéntricas proporciones.
Tiene una planta baja de enormes portaladas, tres pisos de inmensos ventanales, que disminuyen de tamaño a medida que ganan altura y un cuarto piso de ladrillo que ponen la nota de color sobre el gris de la piedra que domina en todo el edificio. La entrada principal se encuentra en el chaflán y llama la atención por las dos ciclópeas columnas que descansan sobre la puerta. Sobre estas, descansa la tribuna, con arco de medio punto. Y más arriba, el coronamiento, con su conjunto de robustas columnas sustentando la cornisa.
Actualmente, este gigante de estilo ecléctico-modernista con elementos de referencia clásica, aloja entre sus muros el hostal Levante, pero originalmente no fue diseñado para esta función. El edificio fue una iniciativa de Josep Laribal Lastortras, abogado, político y director del diario El Diluvio, que quiso reunir bajo un mismo techo la administración, la redacción y los talleres del rotativo. Así, en 1902 se puso en marcha el proyecto, atribuido a Pere Falqués, aunque la solicitud de licencia está firmada por el maestro de obras Lluís de Miguel Roca.
Pero, la muerte de Laribal dos años después, frenó los planes. En 1906, sus herederas, las hermanas Teresa y Francisca Font i Guinart, siguieron adelante con la construcción del edificio que, en 1910, tras las reformas y la ampliación orquestada por Lluís Sagnier, se convirtió en la central de las Compañía Peninsular de Teléfonos, la primera central telefónica de Barcelona, hasta que en 1929 se trasladó a la plaza de Catalunya.
Ha llovido mucho desde entonces y nada es como era en la calle Avinyó… O casi nada, porque en esa esquina, viendo pasar el tiempo, sigue impertérrito ese robusto edificio desafiando las miradas curiosas con una de las fachadas más atípicas de la ciudad.
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