El passatge del Rellotge es un pliegue del tiempo entre las calles Obradors, Rull, Escudellers y Còdols de Barcelona. Un considerable pliegue en forma de T de lados desiguales: uno con salida en el número 38-40 de Escudellers, otro en Còdols 2-8, y un tercero más corto, sin salida. El acceso a ambas vías se hace a través de dos portales de piedra con sillares de piedra que forman un arco. Y sobre el dintel, un cartel: "PASAJE DEL RELOJ". Una verja de forja cierra cada una de las entradas, ambas cubiertas por un techo plano de madera decorado con molduras y florones actualmente pintado de blanco.
Los edificios que lo forman tienen un sencillo diseño y seis alturas. La planta baja y el entresuelo están separados por una moldura esculpida con una cenefa geométrica de inspiración griega, rematada por una pequeña cornisa. En esta planta hay balcones con barandilla de hierro, en algunos casos custodiados por plafones pictóricos que reproducen un marco. En el resto de plantas, destacan balcones en voladizo con barandilla de hierro y loseta de piedra.
PLIEGUE EN EL TIEMPO
Sí, ya no es más que la sombra de lo que debió ser. Pero si se apartan las bolsas de basura y, a través de los barrotes, uno se deja engullir por ese pliegue en el tiempo entre edificios, puede aparecer de repente en mitad del siglo XIX. Entonces, la ciudad crecía demográficamente, se deshacía de sus murallas y se expandía dando lugar al Eixample mientras, en la parte antigua, se sucedían operaciones urbanísticas destinadas a aprovechar el espacio interior de las grandes parcelas.
Sí, el pasaje del Rellotge es un ejemplo de estas operaciones. De hecho, debe su existencia al banquero Evarist Arnús que, asociado con Martí Codina, estableció aquí su casa de banca. En mayo de 1862, el maestro de obras Narciso Nuet firmó el proyecto, aunque Elies Rogent asumió la dirección un año después. Y, en 1880, se encargó de la ampliación.
Quién lo ha visto y quién lo ve. En el pasaje del Rellotge no queda ni rastro de la magnifica claraboya que un día lo cubrió. Ni tampoco del espectacular reloj que le dio nombre, obra de Albert Billeter y que señalaba los días del mes, las fases de la luna y la hora de diferentes ciudades del mundo. Pero quién tuvo… retuvo: hoy tiene historia y encanto.
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