Ya hace tiempo que llamaron mi atención, así es que ¿por qué no hablar de ellas? Son dos casonas enormes en el paseo de Maragall con evidente aire de otra época (1888-1910). Separadas entre sí por cinco números en la acera de los impares, emergen como notas discordantes entre edificios más modernos, resistiéndose con dignidad a abandonar la partitura. Todo en ellas habla de un tiempo pasado en el que lo raro hubiera sido no sonar como ellas en la melodía del paseo Maragall de finales del XIX y principios del XX.
Desconozco el nombre del arquitecto o del maestro de obras, pero, salvando las diferencias, comparten estructura y estética. Ambas son casas unifamiliares aisladas con jardín propio y de estilo neoclásico.
Empecemos por la que ocupa el número 357. Su fachada principal destaca por la balconada que recorre todo el primer piso de punta a punta. Sustentada por cuatro enormes columnas jónicas se convierte en el porche bajo el que se cobija la entrada a la casa, que queda elevada del suelo y a la que se accede a través de una escalera central de mármol blanco con cuatro peldaños. Las ventanas están enmarcadas bajo guardapolvos moldurados y las esquinas de la casa están decoradas con cantoneras que imitan sillares de piedra. Un soplo de nostalgia y decadencia se cuela a través de la verja en dirección a la calle.
CONVERSIÓN A HOTEL
Solo unos metros más allá, en el número 347, su prima hermana resiste al paso de los años con mayor esplendor, convertida en hotelito de lujo bajo el nombre de Villa Victoria: ocho dormitorios y seis baños, capacidad para 16 personas, aparcamiento privado y WIFI además de todas las comodidades.
Pero dejemos estos detalles para las plataformas en las que se publicita y vayamos a aquello que la hace especial por fuera. La fachada principal se estructura en tres
crujías. La central, aparece ligeramente reculada, y toma voladizo con el balcón principal, que sobresale bastante de la fachada y, sostenido por columnas dóricas, hace
funciones de porche. ¿Os suena? Exacto, como en la casa del número 357, aunque aquí las columnas son dóricas, no jónicas. En Villa Victoria, además, uno de los cuerpos laterales se eleva un piso más para convertirse en una elegante torratxa con tejado a cuatro aguas.
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