Entre las calles Joan Güell, Violant d’Hongria, Torrent de Perals i Rosés, se abre de repente un espacio verde con una superficie de 8.500 metros cuadrados. Una zona infantil, bancos a la sombra para sentarse, un pipicán… Los jardines de Can Mantega son uno de los últimos espacios verdes del barrio de Sants. Se levantaron en 1961 aprovechando los terrenos de los huertos de la masía de Can Mantega, de la que toman su nombre, y que fue posteriormente derribada.

Más allá de la historia agrícola que guarda, este parque público cuenta con una pequeña joya incluida en el Catàleg Raonat d’Art Públic de Sants-Montjuïc, editado por el Ayuntamiento de Barcelona: La Font del Nen, obra de Agapit Vilamitjana.

Tiene una base de planta redonda sobre la que se alza un cuerpo de planta hexagonal con cuatro mascarones que vierten agua. Sobre este, otro cuerpo hexagonal con cuatro placas dedicatorias ilegibles, sostiene una columna toscana con cuatro escudos: Sants, Barcelona, Castilla y Catalunya. Y sobre la columna, como la enxaneta de un castell, se alza la estatua de un niño de mármol blanco, en postura de contrapposto y apoyado sobre un cántaro del que representa que mana agua (aunque parte de la piedra ha desaparecido en este punto), mientras sujeta en la mano izquierda otro cántaro sobre su cabeza. "Miradme, estoy preparado, hacedme una foto de esas de postureo y subidla a Instagram", parece decir desde ahí arriba.

Detalle de la escultura de la Font del Nen / INMA SANTOS

NIÑO VIAJERO

Ahí donde lo veis, tan tranquilo, resulta que es un niño viajero. Se instaló en los jardines en 1970, pero procedía de otro punto del barrio. La fuente presidió desde 1880 el centro de la plaza de Víctor Balaguer, la antigua plaza del mercado de Sants, uno de los lugares más típicos del barrio, donde a mediados del siglo XIX estaba la casa de la vila.

No, no os molestéis en situarla en el mapa porque esta plaza desapareció en 1969, cuando se iniciaron las obras de apertura de la Ronda del Mig. Así fue como la Font del Nen, expulsada de la que fue su casa durante casi 90 años y tras pasar una temporada en un almacén del Ayuntamiento, volvió a su barrio y encontró un nuevo hogar en los jardines de Can Mantega.

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