Unos pocos metros antes de que la calle de Santuari se cruce con Coll de Portet, sale al paso en la acera de los números pares una abertura sin puerta, algo así como una salida de emergencia en un túnel. En la parte superior, una placa anuncia: “Passatge dels Santuaris”. Y el principio de unas escaleras que se adentran vete a saber dónde despiertan la curiosidad de cualquier gato de ciudad que se precie.
Basta con poner un pie en el primer escalón para darse cuenta de que va a ser una experiencia de esas de “cuesta abajo y sin frenos”, a juzgar por la desafiante inclinación. Señoras y señores, bienvenidos a la zona del Salt de les Bruixes, más conocida actualmente como “el barri de les escales” y que se extiende entre las calles de Santuari, Calderón de la Barca y Llobregós, con Murtra como eje vertebral.
SILENCIO Y TRANQUILIDAD
Superado el primer tramo de escaleras, se hace la luz. Y a la derecha, un grupo de casitas bajas, sencillas y modestas, con salida al pasaje, se alinean escalonadas adaptándose al desnivel. El silencio y la tranquilidad reina en este rincón discreto lejos del mundanal ruido.
Al final de la escalera, toca echar la vista atrás. Durante la posguerra, el Carmel fue el centro de acogida de una creciente inmigración procedente de toda España. Entre 1940 y 1964, el proceso de urbanización aquí fue espectacular. Hacia los años 50, muchas familias compraron solares y se construyeron sus propias casas. Más tarde, en los 60 y 70, en un contexto de especulación, las constructoras desafiaron las reglas más elementales del urbanismo y se lanzaron a levantar edificios sobre un terreno de enormes desniveles.
ESCALERAS TALLADAS
Y lo hicieron a base de escaleras talladas de manera rústica sobre la piedra, que luego servían como calle. A finales de los años 80 irrumpieron las mecánicas, que fueron conquistando el barrio hasta la instalación, en 2001, del ascensor horizontal de la calle Argel, el que lleva hasta una de las mejores vistas de Barcelona.
Pero la comodidad no ha llegado a todo el barrio por igual. Aún quedan rincones escarpados en los que el escalón sigue siendo el rey. Trocitos de otro tiempo en que llegar a casa te dejaba resollando y con agujetas.
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