El efecto Foehn en Barcelona provocó un descenso de más de 10 grados en tan solo una hora el pasado 12 de abril. En general, toda España vivió una situación meteorológica ciertamente curiosa, con una diferencia de hasta 24 grados de anomalía térmica entre los dos extremos geográficos de la península provocado por este fenómeno meteorológico.
En concreto, este efecto se produjo cuando, al pasar el frente frío, los vientos secos y cálidos del interior de la Península se dirigieron hacia la costa, provocando un aumento de la temperatura en las zonas costeras antes del paso del frente, y una disminución de la temperatura después del mismo.
En Barcelona, durante los instantes previos a la entrada del frente frío, hubo lugares de la ciudad que alcanzaron los 28 °C. Sin embargo, en el momento de la llegada del frente, los termómetros descendieron bruscamente por debajo de los 18 °C. Esto se debió a un giro de las masas de aire, que pasaron de ser vientos recalentados y secos procedentes del interior de Catalunya (de tierra hacia mar), a vientos húmedos y frescos (de mar hacia tierra), y permitiendo una bajada contundente de los termómetros con un consecuente aumento súbito de la humedad.
LLEGADA DEL EFECTO FOEHN A LA PENÍNSULA
La anomalía térmica en la península se dio por la entrada de un frente frío en altura que se desplazó de noroeste a sureste, entrando por Galicia y afectando a gran parte del territorio. Allí por donde pasaba el frente, se registraban temperaturas con anomalía negativa de unos 12 grados menos, mientras que, debido al efecto Foehn, la costa Mediterránea, al ser los últimos puntos de llegada del frente, alcanzaban diferencias positivas de hasta 12 grados por encima durante los instantes previos al paso del frente.
Es importante destacar que este tipo de situaciones son frecuentes en primavera y otoño, cuando se producen cambios bruscos de temperatura debido a la interacción entre masas de aire frío y cálido.
EJEMPLO DEL FENÓMENO
Un ejemplo para poder entender mejor el efecto Foehn es el siguiente: imaginemos que una corriente de aire cálido y húmedo avanza por la Península hasta encontrarse con una montaña; al tener que salvar este obstáculo orográfico, dicha corriente se ve forzada a ascender por la ladera de la montaña. Al ganar altitud, el aire, que inicialmente era cálido y húmedo, se enfría y, en consecuencia, se va condensando, generando nubes y un aumento de la probabilidad de precipitaciones en la vertiente de barlovento (la parte de la montaña que está enfrentada al viento y que suele contener más agua y vegetación).
Al llegar a la cima de la montaña, el aire se cae por la vertiente contraria, llamada vertiente de sotavento, donde desciende a gran velocidad mientras se recalienta al aumentar la presión, produciendo una disminución de la humedad y un aumento de la temperatura. De esta forma, en la vertiente de sotavento se pueden observar temperaturas más cálidas y menos humedad que en la vertiente de barlovento.