Un pequeño pueblo a orillas del mediterráneo, que mezcla mar y montaña, con un clima cálido y húmedo en verano y suave en invierno. Así es uno de los municipios con más encanto de la costa catalana y, lo mejor, está solo a media hora en coche de Barcelona.

Se trata de Caldes d'Estrac, comúnmente conocido como Caldetes. Si uno baja de la estación de tren podrá ver a escasos metros sus playas, tranquilas, llenas de restaurantes de calidad si uno sabe donde buscar. Atravesando el pueblo, hay varias rutas de senderismo que ascienden por el monte que la separa de Arenys de Mar.

Fuente pública de Caldes d'Estrac, uno de los rincones más antiguos del pueblo / GENERALITAT DE CATALUNYA

El pueblo esconde, justo en  el centro, un entrañable secreto, unas aguas termales alrededor de las cuales se ha edificado un pequeño balneario. Caldes d’Estrac fue uno de los centros de veraneo más prestigiosos del país durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX. Lugar de veraneo predilecto de la aristocracia barcelonesa del siglo XIX.

Aguas termales

Las aguas termales de Caldes d'Estrac son de acceso público y tienen propiedades mineromedicinales. Emerge a una temperatura de 38,8ºC, lo que la convierte en ideal para un baño relajante en invierno.

A escasos metros se encuentra la playa, tan extensa como el pueblo mismo. No es extraño además encontrarla no muy concurrida, y es que se trata de una localidad muy pequeña .

El pueblo alberga también varias edificaciones modernistas, como la casa Ugalde, una antigua atalaya medieval que data del periodo árabe y un museo con nada menos que 70 obras de Picaso.