El bochorno es la lacra del buen clima de Barcelona. A pesar de que la capital catalana tiene unas condiciones meteorológicas muy buenas, el calor azota con fuerza a la ciudad con una sensación de humedad que, a menudo, es muy pronunciada.

El hecho de que la ciudad esté situada geográficamente en primera línea de costa tiene sus pros y sus contras. Por un lado, sí que es cierto que el mar tiene un efecto termorregulador, lo que significa que, si el viento sopla de mar hacia tierra, disfrutamos de una brisa marítima que alivia los días de verano. Sin embargo, esta brisa marítima está limitada tanto de forma natural --no compensa la alta radiación solar ni el exceso de humedad, la temperatura del Mediterráneo es demasiado elevada, el viento no sopla con suficiente intensidad, etc.--, como desde el punto de vista antropogénico (derivado de la acción humana), como el exceso de pavimentación o la contaminación.

Además, muchos de los días de verano, a partir del atardecer, los vientos que durante la jornada han sido de mar hacia tierra (oeste), pasan a ser de tierra hacia mar (este-noreste), por lo que todo el calor acumulado en las superficies se vuelve en nuestra contra, provocando noches inaguantables en las que bajar de los 25 grados se vuelve todo un reto.

BARCELONA Y SU SUFRIDA 'ISLA DE CALOR'

El efecto llamado “isla de calor urbana” también provoca una sensación de ambiente cargado, caluroso y sofocante debido a la abundancia de superficies y materiales que absorben el calor, a causa, también, de la contaminación, los gases de efecto invernadero, la falta de vegetación y zonas verdes, el exceso de pavimentación, etc. La consecuencia son diferencias de temperaturas entre el centro de la ciudad y la periferia de hasta 10 grados.

Dos mujeres recogen agua de una fuente para combatir la ola de calor / Álex Zea (EP)

LA HUMEDAD, EL FACTOR CLAVE

Si recogiéramos una porción de aire seco atmosférico, la teoría nos dice que encontraríamos nitrógeno (en un 78%) y oxígeno (en un 21%). El 1% restante correspondería a argón, y otros gases “traza” como el ozono, el vapor de agua y gases de efecto invernadero.

Sin embargo, esta porción de aire seco, al ser puramente teórica, varía dependiendo de diversos factores como la zona climática o las condiciones meteorológicas que se den.

En zonas selváticas y tropicales, por ejemplo, el vapor de agua puede significar hasta más de un 5% de la masa total del aire. Esto se debe, en esencia, a la capacidad del aire de retener vapor de agua, derivada de la presión y la temperatura ambientales (cuanto más alta es la temperatura, más capacidad de retención de vapor de agua tiene el aire).

Un hombre bebe agua en plena ola de calor / EFE

EL SUDOR, ¿ENEMIGO O ALIADO? 

Otro elemento relacionado con la humedad es el sudor. Y es que seguro que todos hemos escuchado (y dicho) alguna vez que sudamos mucho más en alguna ciudad del litoral mediterráneo que en cualquier otro punto del interior peninsular. Pero, ¿por qué?

Cuando hace calor, nuestro cuerpo pone en marcha mecanismos para controlar su temperatura interna; uno de estos mecanismos es la evaporación del sudor. Dicho de otra forma, el sudor en sí mismo no es el responsable del enfriamiento de nuestro cuerpo, sino que es la evaporación del mismo la que ayuda a refrescar al organismo y a reducir el incremento de la temperatura interna.

Sin embargo, a medida que aumenta la humedad, la capacidad del cuerpo para enfriarse mediante evaporación disminuye. La humedad ambiental impide que el sudor se evapore con la facilidad que lo haría en un entorno seco, dificultando así nuestro enfriamiento corporal y la mayor sensación de bochorno.

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