Es un pequeño oasis cerca del Liceu y de la Rambla, oculto entre los muros del Hotel Peninsular, ubicado en el número 34 de la calle de Sant Pau. No os dejéis engañar por la única estrella con la que cuenta en su placa: aquí no hay lujos ni interiores de diseño, pero sí siglos de historia y encanto para parar un tren.

El recepcionista me ha calado a la primera mientras indicaba a un huésped en inglés cómo llegar al metro. Ropa casual, trato informal y fresco, amabilidad natural sin postureo. Al llegar mi turno, ladeo de cabeza en señal de interrogación. “Verás, yo venía a…”, pero antes de que acabe la frase, señala con el índice escaleras arriba: “En la primera planta, no tiene pérdida”.

TRES PLANTAS DE ESTÉTICA MODERNISTA

La puerta al final de la escalinata no deja ver la maravilla que se oculta al otro lado, su tesoro mejor conservado: un pintoresco patio interior de tres plantas de estética modernista. Las mesas de hierro con el sobre de mármol y sus sillas tapizadas se reparten sobre el suelo hidráulico de cuadrados blancos y negros y entre enormes jardineras.

La luz se cuela a través de la claraboya de cristal que cubre el patio, se derrama sobre la fuente de mármol, el antiguo piano y por los pasillos de las tres plantas con sus galerías abiertas y los balcones con barandilla, a los que se asoman las habitaciones. Aquí y allí brotan plantas colgantes. Predomina el verde pastel y el crema.

ANTIGUO ESTABLECIMIENTO DE LUJO

Si las paredes hablaran… Estas guardan siglos de historia. El edificio, construido en 1730, fue un antiguo convento de monjes Agustinos que, en 1868 se convirtió en la Gran Fonda Restaurant Peninsular con Prudenci Bros como cocinero. El Hotel peninsular se inauguró en 1875 por cinco socios italianos y bajo la dirección de Francisco Totti de la sociedad Silvestre i Cia. El actual Hotel Peninsular solo tiene una estrella, pero entonces era un establecimiento de lujo muy apreciado por la clientela.

En 1912 cambió de propietarios y en la década de los 60, pasó a manos de la familia Herrero-Catalán cuya tercera generación continúa actualmente al pie del cañón. Ellos llevaron a cabo una remodelación total que sirvió para mejorar las instalaciones y servicios, pero también para rehabilitar y realzar los elementos modernistas del edificio con sus dos joyas modernistas: el patio y el bar restaurante de la planta baja, con sus espectacular techo y su elegante decoración de época.

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