Que los taxis de Barcelona sean de color negro y amarillo no es casualidad. A principios del siglo pasado, el Ayuntamiento de Barcelona fijó un precio único para poner fin a la crisis en el sector de "los coches de plaza", como eran conocidos antiguamente. Fue en 1924 cuando se estableció una norma común para todos ellos, en esos momentos un sector poco regulado. Por eso el consistorio barcelonés decidió publicar un nuevo código de circulación, el correspondiente a los vehículos con la línea amarilla.
CUATRO TARIFAS DIFERENTES
Desde entonces fue obligatorio marcar todos los vehículos con una línea de ese color. En función de las tarifas, estas franjas podían ser blancas, rojas, amarillas o azules. El servicio más barato era el de los vehículos con línea blanca, de un precio de 40 céntimos por kilómetro. A estos les seguían consecutivamente los de la línea roja, de 50, los de la amarilla, de 60, y los de la azul --la más cara-- de 80 céntimos por kilómetro.
Otra de las medidas novedosas implantadas en aquel momento fue la instalación de taxímetros en todos los vehículos.
ORIGEN DEL COLOR NEGRO
Cinco años más tarde, en un contexto de auge turístico con motivo de la Exposición Internacional de 1929, comenzó un fuerte conflicto por la competencia en lo relativo a las tarifas entre las compañías de taxis. Con el objetivo de poner fin a esta crisis, el Ayuntamiento de Barcelona fijó como precio único el correspondiente a los vehículos de la franja amarilla.
De esta forma, desde 1934 todos los taxis de Barcelona adquirieron su ahora característico color amarillo, que comparte espacio con el negro. Este tono totalmente oscuro se debe a que, en aquella época, era el color de la mayoría de los vehículos. Estos colores para los taxis de Barcelona coinciden con los de otras ciudades, como Santiago de Chile, Buenos Aires y Rosario, entre otras.