La céntrica Plaza de Catalunya, epicentro de Barcelona, no solo representa el núcleo de conexión para la mayoría de los transportes públicos de la capital catalana, sino que también marca el comienzo de las zonas más turísticas y comerciales de la ciudad, como La Rambla, el Paseo de Gràcia y el Portal de l'Àngel. A diario, cientos de miles de personas transitan por este bullicioso espacio, repleto de comercios, restaurantes y centros comerciales.
Aunque actualmente es la plaza más grande de la ciudad, en el pasado no siempre ostentó ese título. En algún momento de la historia medieval de Barcelona, este lugar no era más que una explanada en las afueras de la ciudad. Sin embargo, su falta de estatus como plaza no impidió que tuviera la vocación de serlo.
MERCADILLO
Estratégicamente ubicada junto a una de las puertas principales de la muralla, durante muchos años, fue el punto de encuentro de comerciantes que instalaban sus mercadillos con regularidad. Así, un lugar vital para la vida de la ciudad se encontraba fuera de sus límites.
La plaza de Catalunya durante las obras de remodelación de la década de 1920 / WIKIPEDIA
PLA CERDÀ
En el marco del Pla Cerdà, que surgió tras el derribo de las murallas y el diseño del Eixample por el arquitecto Ildefons Cerdà, no se contemplaba la construcción de la plaza. Según este plan, el centro de la ciudad se organizaría en torno a la Plaza de les Glòries Catalanes.
Sin embargo, el Pla Rovira, un proyecto urbanístico que sí incluía la creación de la plaza, terminó imponiéndose en este aspecto, pues era el preferido por el Ayuntamiento (y la burguesía) en la década de 1860.
A pesar del triunfo del Plan Cerdà, la larga tradición que consideraba este espacio como un punto de reunión, junto con la preferencia municipal, llevó a la construcción de la Plaza de Catalunya. Los trabajos comenzaron en 1902, después de la demolición de las edificaciones que ocupaban el lugar.