Son dos intrusos de otro tiempo. De aspecto algo tosco, con su basamento de hormigón, sus tonos grisáceos y ese acabado en forma de farola, han logrado integrarse en el paisaje urbano como un elemento más del mobiliario urbano. Pero, en realidad, son dos piezas de museo, dos supervivientes: los dos semáforos más antiguos de la ciudad. Se instalaron en los cruces de la calle Comte d’Urgell con Londres y Buenos Aires, entre los años 40 y 50, pero es difícil saber la fecha exacta, pues no existe un registro de semáforos.
Son los más antiguos que se conservan, pero ni mucho menos fueron los primeros. Aunque nos parezca extraño, el caos circulatorio de Barcelona no es nada nuevo, sólo se ha ido incrementando con el paso de los años, a medida que crecía el parque de vehículos y a este se añadían bicicletas, patinetes y otros objetos rodantes identificados o no. En los años 20 del siglo pasado, Barcelona sobrepasaba el millón de habitantes y contaba con un parque automovilístico de más de 20.000 vehículos (casi 4.000, con licencia de taxi). Para hacerlo más divertido, casi todas las calles eran de doble circulación y, por si fuera poco, no había pasos de peatones.
Así las cosas, y a punto de celebrarse la Exposición Internacional de 1929, el sentido común pedía poner orden en las calles. De entrada, en 1928, se aprobó el Reglamento de circulación. Y 14 de enero de 1929, Barcelona asistió a la inauguración de su primer paso de peatones, ubicado entre las calles Balmes y Provença. El mismo cruce donde, en agosto del mismo año, se instaló el primer semáforo.
TERCERA GENERACIÓN
Rojo, ámbar y verde… Sí, ahora nos parece sencillo, pero, al principio, costó acostumbrarse al funcionamiento y el significado de las luces de aquel ingenio tecnológico. En esta primera generación de semáforos, un guardia de tráfico accionaba cada luz de forma manual. Pero, poco a poco se fue perfeccionando la técnica y los que se instalaron en las principales vías (passeig de Gràcia, Rambla de Catalunya, Portal de l’Angel, Plaza Catalunya, Gran Vía y Diagonal), se accionaban mediante bandas de caucho que reaccionaban al paso del vehículo. El estallido de la Guerra Civil dio al traste con el plan del Ayuntamiento para extenderlos a todo el Eixample.
Nuestros dos supervivientes ‘vintage’ son hijos de la posguerra. Se restauraron en 2013 y, si bien se han actualizado con la incorporación de luces led, puede decirse que conservan su aspecto físico original. Pertenecen a la tercera generación de sus congéneres: funcionan con corriente eléctrica y temporizadores, aunque conservan el rayado blanco y rojo de la base, un guiño a los “altares” en los que se ponían los guardias de tráfico al principio. Y sí, aún están activos, aunque su función es casi nula, ya que en cada esquina del ambos cruces hay semáforos modernos.