Los tres famosos obeliscos de la playa de Barcelona que son tres signos del zodíaco: este es su significado

Uno, dos y tres… Tres enormes obeliscos presiden la entrada a las playas barcelonesas de la Nova Icària y Bogatell. Separados entre sí por tres manzanas de casas (unos 400 metros), montan guardia como tres soldados disciplinados, cada uno de ellos apostado en una de las intersecciones de las calles Arquitecte Sert, Vicens Vives i Llacuna con el sinuoso paseo marítimo, y una vez atravesada la Ronda del Litoral, esa cicatriz que separa la ciudad de la arena y el mar.

Estos tres gigantes de aluminio y acero cortén forman Acuario, Piscis y Tauro, un conjunto escultural de Antoni Roselló, que el artista bautizó con el nombre de los signos zodiacales de su mujer y sus dos hijas. Esta obra de arte público fue un encargo que le hizo al escultor, en plena época preolímpica, el Taller d’Arquitectura i Urbanisme de Antoni Font y Jon Montero, el mismo que llevó a cabo la urbanización del tramo del paseo marítimo comprendido entre las calles de Pamplona y Bilbao.

Fronteras

Con las obras del cinturón litoral en marcha, los arquitectos le encargaron a Roselló,

artista barcelonés especialmente reconocido por sus diseños industriales de mobiliario

urbano, tres columnas escultóricas que sirvieran como farolas gigantes para dar unidad a esta zona que va desde la playa de la nova Icària, antiguamente conocida como el Somorrostro, hasta el espigón situado al final de la calle del Ferrocarril. Con las instrucciones sobre la mesa, Roselló proyectó estas afiladas torres luminosas de 23 metros de altura, elaboradas en aluminio y acero cortén. La distancia que guardan entre ellas no es una medida al azar: cada tres manzanas, es decir, unos 400 metros, que curiosamente es múltiplo de la distancia entre ejes de calles en el Pla Cerdà.

Una de las tres esculturas del paseo marítimo de Barcelona INMA SANTOS

Ubicadas en pleno paseo marítimo desde 1992, Acuario, Piscis y Tauro emergen como tres estiletes afilados, para señalar la frontera que separa la ciudad de la naturaleza y, al mismo tiempo, unir dos (de las 1.000) caras de Barcelona (la urbana y la playera) bajo su brillante luz vertical.