Durante los días más calurosos del verano, los niños son especialmente vulnerables a los golpes de calor, una situación peligrosa que puede tener consecuencias graves, tanto que puede llegar a ser una causa de mortalidad.
La exposición a altas temperaturas puede llevar a una elevación excesiva de la temperatura corporal, provocando deshidratación y sobrecalentamiento. Esto se debe a la pérdida de agua y sales minerales, que altera el sistema de regulación térmica del cuerpo e impide el funcionamiento adecuado de los órganos vitales.
¿Por qué se produce?
Los niños pueden sufrir golpes de calor igual que un adulto. Incluso se puede asegurar que “son especialmente vulnerables los menores de un año”, según explica el doctor Pere Sala, Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario General de Catalunya.
La temperatura corporal de los más pequeños se eleva más rápidamente que la de los adultos debido a que tienen menos reservas de agua, sudan menos y su aparato respiratorio aún está en desarrollo. Los golpes de calor son más frecuentes en niños expuestos a situaciones de alta humedad y temperaturas elevadas sin protección ni hidratación adecuadas.
Aunque es más común en días soleados y calurosos, también puede ocurrir en días nublados o en ambientes sombreados. El ejercicio físico excesivo a temperaturas muy altas y la exposición prolongada a la radiación solar directa son factores que aumentan el riesgo.
Señales de alerta
Los síntomas del golpe de calor en niños incluyen mareos, vómitos, fiebre, a menudo superior a 40 °C, dolor de cabeza, irritabilidad, taquicardia y enrojecimiento de la piel. En casos graves, los niños pueden desmayarse o perder la conciencia.
Otros síntomas a tener en cuenta son piel seca y muy caliente, fatiga, debilidad, respiración superficial y rápida, y rampas musculares.
Cómo actuar ante la mínima sospecha
Colocar al niño tumbado boca arriba en la sombra, en un lugar fresco y ventilado.
Aflojarle la ropa y quitarle las piezas innecesarias.
Colocar compresas de agua que no sea excesivamente fría (no hielo) en la cabeza, cara, cuello, nuca y pecho.
No sumergir al niño en agua helada ni hacer fricciones con alcohol.
Si el niño está consciente y no tiene vómitos, darle de beber agua fría o una bebida isotónica.
Si el niño está inconsciente, llamar al 112 y, si es necesario, iniciar la reanimación.
Llevar al niño al hospital lo antes posible.
Medidas de prevención
Hidratar: Ofrecer líquidos frecuentemente a los niños, sin esperar a que lo pidan, especialmente si van a realizar actividad física prolongada. Se recomiendan comidas ligeras como ensaladas, frutas, verduras y zumos naturales, que ayudan a reponer las sales minerales perdidas por el sudor.
Limitar el ejercicio: Evitar que los niños hagan ejercicio físico excesivo durante las horas más calurosas del día. Promover juegos más tranquilos durante estas franjas horarias para prevenir la deshidratación.
Ropa adecuada: Utilizar ropa transpirable, ligera, no ajustada y de colores claros. Proteger la cabeza de los niños con una gorra y aplicar protección solar siempre que estén expuestos al sol.
Refrescar: Buscar lugares con sombra, aire acondicionado o ventiladores. Bañar o mojar a los niños con frecuencia para mantenerlos frescos.
Nunca dejar a los niños solos en el coche: Ni al sol ni a la sombra, incluso si se dejan las ventanillas abiertas. Los vehículos pueden alcanzar temperaturas extremadamente altas en verano.