El síndrome de intestino irritable (SII) es una afección digestiva crónica que se caracteriza por dolor abdominal recurrente, acompañado de alteraciones en el ritmo intestinal, como estreñimiento, diarrea o una combinación de ambos. Además, es común que los pacientes experimenten hinchazón y distensión abdominal, síntomas que pueden afectar gravemente su calidad de vida y desempeño laboral.

"Este síndrome tiene una repercusión significativa en las actividades personales y sociales de los pacientes, deteriorando su calidad de vida y reduciendo su productividad laboral en comparación con la población general", señala el doctor José Walter Huaman, especialista en aparato digestivo en el Hospital Universitari General de Catalunya.

Diagnóstico

A nivel mundial, la prevalencia del SII se estima en un 11%, aunque esta cifra varía según los criterios diagnósticos utilizados. El SII es más frecuente en mujeres y su incidencia disminuye progresivamente con la edad.

El diagnóstico se basa en los criterios de ROMA IV, que indican que el SII se diagnostica por la presencia de dolor abdominal recurrente al menos un día a la semana, acompañado de dos o más de las siguientes características: asociación con la defecación, cambios en la frecuencia de las deposiciones y alteraciones en su consistencia. Estos síntomas deben haber comenzado al menos seis meses antes del diagnóstico, explica el doctor Huaman.

Los subtipos de SII se definen según la consistencia de las deposiciones, evaluada mediante la escala de Bristol, que clasifica las heces de 1 (heces duras) a 7 (heces líquidas). Esto permite identificar subtipos de SII predominantes en estreñimiento, diarrea, mixto o no clasificable.

Causas y factores

El SII es considerado una alteración en la interacción entre el intestino y el cerebro, involucrando hipersensibilidad visceral, alteraciones en la motilidad gastrointestinal, y factores psicológicos y sociales. Además, se ha identificado que la barrera epitelial, la microbiota intestinal, los antígenos alimentarios y los ácidos biliares pueden provocar respuestas anormales en los sistemas que regulan la función digestiva, como el eje cerebro-intestino y el sistema inmunitario.

En los últimos años, se ha demostrado que los pacientes con SII presentan alteraciones en su microbiota intestinal, incluyendo una menor diversidad de especies y una mayor presencia de enterotipos proinflamatorios.

Tratamiento

El tratamiento del SII se centra en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida. En casos leves, el manejo del estrés, cambios en la dieta y estilo de vida, como la práctica regular de ejercicio, el consumo adecuado de líquidos, y evitar alimentos que generan gases, pueden ser efectivos. La fibra soluble ha mostrado beneficios, aunque puede aumentar la distensión y el dolor abdominal en algunos pacientes.

Para síntomas más severos, como el predominio del estreñimiento, se pueden utilizar suplementos de fibra o laxantes osmóticos. Si predomina la diarrea, la loperamida o los quelantes de ácidos biliares pueden ser útiles. El control del dolor abdominal puede requerir anticolinérgicos y neuromoduladores, siempre bajo prescripción médica.

La dieta FODMAP

Una opción dietética prometedora es la dieta baja en FODMAP, que limita carbohidratos de cadena corta difíciles de absorber que pueden causar síntomas como diarrea y distensión abdominal. "Aunque es eficaz a corto plazo, esta dieta es muy restrictiva y debe ser supervisada por expertos en nutrición, ya que puede alterar la microbiota intestinal si se sigue por mucho tiempo", advierte el doctor Huaman.

Prebióticos y probióticos también han mostrado mejorar algunos síntomas del SII, como el dolor y la distensión, pero la gran variabilidad en los productos disponibles hace que no se recomiende su uso como primera línea de tratamiento de manera generalizada.

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