El cruce de las calles Pinar del Río y Francesc Tàrrega es una isla de tiempo donde sopla una ligera brisa de otra época. Al otro lado de la verja que cierra la esquina, la hiperactividad de la ciudad se diluye entre las palmeras del jardín tropical que rodea una singular torre de dos plantas de estilo colonial.
Es imposible no caer en el hechizo de su llamativa fachada curvilínea de color rosa y su torreta central, antiguamente un mirador. Este lugar es, desde hace años, el paraíso de los cócteles, pero también un símbolo: la última casa indiana que le queda al barrio.
Villa Jazmines
La casa, construida en 1920 por el arquitecto Ferran Tarragó, fue diseñada como residencia de verano para José Racionero Torres, quien la bautizó como Villa Jazmines. A principios del siglo XX, era solo una más entre las numerosas residencias que muchos burgueses de Barcelona levantaron sobre estos terrenos, que antes habían pertenecido a la masía de Can Berdura, una de las fincas señoriales que dominaban el paisaje que hoy conocemos como el barrio de El Congrés i els Indians.
Muchas de esas casas eran de estilo colonial y evocaban los recuerdos de los aventureros y comerciantes catalanes que, a finales del siglo XIX y principios del XX, volvían a casa tras haber probado suerte en las colonias americanas. Estos llamados “indianos” dejaron una huella duradera en Barcelona, y aunque muchas de estas casas, como Villa Jazmines, no eran propiedad de indianos, la tendencia arquitectónica seguía en conexión con ese estilo y con ese momento histórico.
Última joya indiana de El Congrés
En los años 50, el crecimiento urbano y la transformación de la sociedad impulsaron cambios en los usos de muchos edificios históricos. Villa Jazmines no fue la excepción y fue alquilada para albergar la escuela Ferton, un centro educativo de referencia en el barrio, hasta que, a mediados de los años 80, la escuela se trasladó a un edificio más grande debido a la demanda de plazas.
En 1987, la historia de Villa Jazmines dio un giro inesperado. Cecilia Clavell, fascinada por la torre, la alquiló para convertirla en un bar. Junto a su familia, adaptó el edificio a su nueva función y lo pintó de rosa, el color característico con el que la renombraron. La familia Reig Clavell acabó comprando la casa y consolidó el espacio como coctelería.
Coctelería icónica de Barcelona
Hoy, la Torre Rosa se ha convertido en un punto de encuentro para locales y visitantes, un lugar donde se entremezclan cócteles y anécdotas, y donde la historia de la casa sigue viva en cada rincón. Los interiores conservan el ambiente colonial, y una de las estancias ha sido nombrada Sala Indiana en homenaje a los orígenes de la casa.
Villa Jazmines, con su característica torre-mirador y su paleta de colores, es un recordatorio tangible de la época de los indianos y del desarrollo urbano de Barcelona.