Cantaba Pau Riba hace un montón de años: Estrella de la fortuna, vine´m a veure, vine´m a veure…Y yo me puse a cantar lo mismo unos días atrás al ver la espectacular estrella que el ayuntamiento nos va a colocar en la plaza de Sant Jaume para celebrar la Navidad, el solsticio de invierno o la festividad multicultural que se nos antoje.
Me gusta esa estrella, y solo espero que la que se acabe colocando en el centro de Barcelona se parezca a la simulación que hemos podido ver en la prensa.
Después de tantos años de aburridas polémicas sobre cómo debe ser el pesebre navideño municipal, me parece un hallazgo dar esquinazo al previsible sindiós del belén que suelen protagonizar los defensores de los pesebres clásicos de estética italiana y los partidarios de belenes alternativos más feos que pegar a un padre, pero supuestamente progresistas.
Reconozco que, puestos a elegir entre unos y otros, me quedo con los clásicos, con los que le gustan a la gente de orden, más que nada porque las alternativas supuestamente progresistas, que camparon por sus respetos en la larga era Colau, me parecían un espanto que era también una muestra de cobardía. Si estás en contra del componente religioso de la Navidad, sáltate la costumbre del belén en la plaza de Sant Jaume y no pongas la primera atrocidad seudo alternativa que te endilgue algún presunto artista que, casualmente, igual también es amiguete de alguien de tu partido.
Vigo o Badalona
La Navidad es un trámite seudo cristiano en todo Occidente. Pero gente que se la tome realmente en serio, más allá de las oportunidades que ofrece para comer y beber sin tasa, hay poca. El principal entusiasta a nivel mundial es, como todos sabemos, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien celebró su reciente pucherazo electoral dando inicio a la etapa navideña el pasado uno de octubre. En España, compiten por el cargo de navidista de pro los alcaldes de Vigo y Badalona, Abel Caballero y Xavier García Albiol.
El primero se lanza a iluminar su ciudad hacia el mes de agosto (¡antes que Maduro!), mientras que el segundo se obsesiona desde hace un par de años por encontrar un árbol más grande que el de Vigo, en vistas, tal vez, a hacerse un hueco de campanillas en el Libro Guinness de los Récords. El resto de la población española, simplemente, se dispone a disfrutar de unos días de asueto, de comer y beber a lo bestia, mientras la cuestión religiosa pues ya depende de cada uno.
Jolgorio permanente
Ah, y no olvidemos a los que se obcecan con lo de no marginar a practicantes de otras religiones: suelen militar en la Izquierda Imbécil, acostumbraban a votar a Colau, sustituyen en su conversación el término Navidad por el de Solsticio de Invierno y cosas por el estilo.
Este año se han hecho fuertes en el Raval (antiguo Barrio Chino) y han rebautizado como Luces de Invierno las tradicionales iluminaciones navideñas, no se vayan a sentir marginados los islámicos, los asiáticos y demás infieles (se han sacado de la manga el fantabuloso concepto “Bombillas inclusivas multiculturales”. Como todo el mundo sabe, los políticos favoritos de esa gente son los que cada año felicitaban el Ramadán a los musulmanes, pero se olvidaban de felicitar la Semana Santa a los cristianos.
Confinados en el Raval (y sometidos a los insultos y ofensas de los partidarios locales de una Navidad como Dios manda), la administración Collboni se olvida de ellos y se concentra en el paseo de Gràcia y otras zonas nobles de la ciudad.
El día 28 de este mes de noviembre, a las seis de la tarde, se inaugurarán los fastos navideños en la zona comprendida entre la Ronda de Sant Pere y la Gran Vía. Asimismo, habrá jolgorio permanente en la plaza de Catalunya, con más de veinticinco espectáculos que irán de la danza y el circo en horario diurno a variados conciertos cuando se haga de noche (no sé si habrá pista de hielo, pero estoy a favor, aunque yo no patine para no partirme la crisma).
Los agnósticos, felices
Sin llegar a los extremos de Vigo y Badalona, da la impresión de que este año a Barcelona le apetece tirar un poco la casa por la ventana. No me parece mal. Ya es todo lo suficientemente deprimente en España en particular y en el mundo en general como para quejarse de que tiramos el dinero en lucecitas que ni siquiera son inclusivas y multiculturales. Pero, insisto, a mí lo que me parece más destacable de esa Navidad que se nos viene encima es la desaparición de un belén que solo creaba polémicas idiotas y su sustitución por una estrella con la que cualquiera puede sentirse identificado.
O no.
Ya me han llegado algunas voces disidentes: las de los que adoraban los pesebres alternativamente cochambrosos del colauismo y las de los que insisten cada año en la necesidad de plantar en la plaza de Sant Jaume un belén de los de toda la vida, con su portal y sus reyes magos. En fin, ya lo decía Rubén Blades en su Pedro Navaja: “Si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”. O lo que es lo mismo: el caso es liarla. Pero yo diría que a los agnósticos ya nos va bien la estrella, que no sabemos si será de la fortuna, pero agradecemos que venga a vernos, como solicitaba el difunto Pau Riba a finales de los años 60.