La licorería más emblemática de Barcelona que resiste en el Poblenou: casi 100 años de historia
La emblemática licorería del Poblenou, refugio de historias y tradición desde 1932, retoma su actividad con aspecto renovado pero con toda su historia y su legado intactos
Más rincones: La institución cultural centenaria de un barrio con alma de pueblo en Barcelona
Creíamos que estábamos a punto de firmar el acta de defunción de otro establecimiento emblemático, que el cierre tras la muerte de Júlia Cahué, la tercera generación de la familia que lo regentaba, iba a ser un adiós definitivo.
Pero no, para sorpresa de muchos La Licorera 1932 del Poblenou ha reabierto sus puertas. ¡Y de qué manera! Como el Ave Fénix, se ha sacudido las cenizas del tiempo y la “solera” y, sin renunciar a su esencia, ha resurgido en todo su esplendor.
En el número 91 de la calle Taulat, en el mismo lugar donde se fundó hace ya más de 90 años, vuelve a brillar el cartel de un lugar que es mucho más que una tienda de licores y vinos; es un refugio de historias, tradición y anécdotas que han marcado a generaciones.
Para quienes ya conocían La Licorera, que no cunda el pánico, porque la van a reconocer. La nueva propiedad ha mantenido gran parte de la decoración original con su mostrador, sus vitrinas vintage y algunas de las estanterías de madera en forma de gradería.
Desde su atalaya, algunas botellas centenarias siguen preparadas para susurrar al oído de los clientes historias del pasado listas para descorchar.
Desde que abrió sus puertas un día de Sant Ponç de 1932, La Licorera ha sido para los vecinos del Poblenou un punto de encuentro. Pese al paso del tiempo ha mantenido el espíritu del barrio y la esencia de una época en la que el comercio de proximidad era el alma de la comunidad.
La muerte de Júlia Cahué en 2023 llevó al cierre de la licorería. Era la tercera generación de la familia Ferreres que regentaba el local.
Ella relevó a su madre, Teresa Ferreres, que lo heredó de sus padres, los fundadores. En el rincón de los vinos a granel, cuatro barriles con sus nombres recuerdan a las tres generaciones.
Vinos, destilados y un gamberro parlanchín
En la nueva La Licorera 1932 se pueden encontrar desde vinos nacionales hasta referencias internacionales para todos los gustos y bolsillos. Y, igual que siempre, los clientes pueden disfrutar de una copa en el local o llevarse sus botellas a casa. Marca de la casa: compromiso de autenticidad y cercanía.
Pero, además de por su excelente selección de vinos y licores, La Licorera 1932 se hizo famosa por su mascota. Tanto es así, que la tienda era conocida popularmente como “el loro del 36”.
La culpa la tiene un loro gris africano que llegó desde Guinea Ecuatorial (entonces española) en los años 50 como regalo a la familia y se convirtió en una celebridad por sus habilidades.
Cuentan que imitaba con precisión el silbido que daba la salida a los tranvías 36 y 52, cuya parada estaba frente a la tienda. Esto provocaba la salida anticipada de los tranvías, que dejaban atrás a pasajeros confundidos y generaba confusión. Además de gamberro, era parlanchín y sorprendía a los clientes al grito de "¡borratxo!" o "¿ya has pagado?".
Falleció en 1992, a los 46 años. Pero aún lo podéis encontrar presidiendo el local, disecado dentro de su jaula. Su figura fue inmortalizada en un ‘gegantó’ que ahora participa en las fiestas del barrio, y también tiene su propia marca de cava.