A menudo, nos detenemos frente a edificios singulares y nos enredamos en el estilo arquitectónico o nos entusiasmamos con sus célebres artífices (Gaudí, Domènech i Montaner...).
A veces nos olvidamos de recrearnos en los detalles aparentemente minúsculos, como esas criaturas inesperadas que a veces habitan en algunos edificios y que nos susurran historias al oído. En la esquina de la calle Tamarit con Entença, en el barrio de Sant Antoni, tenemos un buen ejemplo: la Casa dels Cargols.
Más de 400 caracoles
Más que un edificio, es un auténtico ecosistema vertical. Carles Bosch i Negre, el maestro de obras que la imaginó en 1895 por encargo de Miquel Ribera i Ros, no construyó un edificio residencial, sino que sembró un jardín vertical donde habitan gusanos, mariposas, palomas y, sobre todo, caracoles.
Pintados, de piedra, de bronce, de forja y de diferentes tamaños, campan a sus anchas por toda la fachada, se arrastran por la cornisa, se posan en los balcones y se cuelan en el interior, donde desfilan por el friso y los cristales esmerilados de la portería... En total, 447 gasterópodos (más dos desaparecidos).
La leyenda
La historia de la Casa dels Cargols es tan curiosa como su decoración. Cuentan que Miquel Ribera i Ros, el propietario, encontró su fortuna buscando caracoles después de una tormenta.
La Casa dels Cargols
Casi puedo imaginar la escena: la ciudad recién lavada, el sol filtrándose entre las nubes, y un hombre agachado, siguiendo el rastro brillante de un caracol que lo lleva hasta ...¡un tesoro oculto! Con el oro que encontró construyó este peculiar edificio, que más que un simple agradecimiento es el portal a un mundo donde la suerte se mide con lentitud y perseverancia. Se non è vero, è ben trovato...
La Casa dels Cargols, aunque inscrita en el primer modernismo, se aleja de las grandilocuencias de otras obras. Aquí, la naturaleza no se idealiza, sino que se celebra en su forma más humilde.
Decoraciones
Sus esgrafiados no son simples adornos, sino escenas de la vida cotidiana: campesinos que, con sus manos rudas, recolectan caracoles. Los motivos vegetales que los acompañan, entrelazados y sinuosos, evocan la fertilidad y la abundancia. Y sus barandillas de forja entrelazadas son enredaderas a las que los caracoles se aferran con fuerza.
Cada caracol, con su espiral única, es una pieza irrepetible. Estos pequeños gasterópodos trepan por la fachada, buscando el sol, en una sinfonía visual de líneas curvas y texturas metálicas, se exhiben en los balcones como pequeñas esculturas.
La Casa dels Cargols de Barcelona
Las ménsulas a las que se aferran estos gasterópodos son representaciones de hojas de lechuga, su plato favorito y una sutil referencia a la alimentación, al sustento y a la conexión con la tierra.
Vale la pena detenerse en la parte superior del edificio, donde se alzan dos grupos escultóricos que representan la entrada a una gruta, la cueva donde, según la leyenda, el propietario encontró el tesoro.