Imagen del Requiem en el Liceu

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Requiem en el Liceu: Herejía y maltrato

La necesidad de innovar ha llevado a levantar un pseudo-espectáculo a partir de la Misa de Requiem de Mozart, que con la Orquesta y coros del Liceu debería ser, por definición, una maravilla

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Escuchar la Misa de Requiem en Re menor, K. 626 de Mozart por la Orquesta y coros del Liceu debería ser, por definición, una maravilla, pero tener que hacerlo “adornado” por un pseudo-espectáculo como el que ahora se perpetra en el Liceu puede calificarse de sacrilegio o, cuando menos, de herejía.

A veces los cocineros creativos hacen cosas raras, es cierto. No hace mucho me sirvieron un excelente jamón ibérico rociado con miel, un desastre.

Pues “la cosa” que hay en el Liceu es algo similar, una obra de arte estropeada por un tal Romeo Castellucci que hace todo lo posible para impactar, y puede que lo consiga, pero ni transmite ni conmueve, emborronando una de las joyas de la historia de la música, precedida y concluida con unas antífonas también mozartianas más que correctamente interpretadas por un solista de la escolanía de Monserrat.

Se trata de un espectáculo menor adornado con música de Mozart, en absoluto se trata de una representación de la última obra del genio de Salzburgo.

En España hemos perdido la tradición de escuchar las misas cantadas en las iglesias. La iniciativa de tener un concierto en la Sagrada Família es genial, aunque su acceso estuviese restringido al público joven.

Es más, la Sagrada Família debería hacer misas cantadas sino cada domingo al menos una vez al mes, tal y como se hace en Viena, Amberes y en tantas otras capitales europeas.

Espectáculo de fin de curso

La sonoridad de una iglesia, con su reverberación tan especial hace que la música clásica suene celestial, mejor que en una sala de ópera. Y los grandes de la música han escrito mucha música religiosa.

Mozart, sin ir más lejos, escribió al menos 18 misas, 19 con el réquiem. Hay que ser un genio para musicar la misma letra 18 veces y que todas suenen bien.

Imagen del Requiem, en el Liceu

Imagen del Requiem, en el Liceu LICEU

La misa de muertos de Mozart es sublime, hacer un espectáculo de fin de curso con ella no tiene perdón, y menos en un teatro con la tradición del Liceu.

En lugar de escuchar las misas en las catedrales, a alguien se le ha ocurrido incluir esta cosa en el abono del Liceu.

Volviendo a Viena, la ópera estatal de Viena solo programa ópera y ballet, dejando los conciertos para otras salas. Y mal no le va pues tiene más de 300 representaciones al año, con ocupaciones altísimas y atrayendo a las primeras figuras mundiales.

Coro estresado

Aquí no pasamos de las 110 representaciones al año y tenemos, eso sí, la ensoñación de abrir una nueva sede en el puerto en lugar de programar más, y mejor, días de representación en el teatro de las Ramblas.

La verdad es que embadurnen a una niña, le pongan una naranja en la boca a una joven como si fuese un cochinillo o bailen no se sabe qué al son de los elementos más icónicos de una misa de difuntos es algo superficial y anecdótico, aunque lo que le hacen a la niña, pringarla de polvos de colores, miel y vino, espero que de atrezzo, para luego dejarla colgada cara la pared, es simplemente maltrato infantil, por no decir la gracia de abandonar a un bebé en el escenario para que acabe la “obra” con su llanto.

Si en lugar de niños hubiesen tratado igual a perros, seguro que ya había denuncias por maltrato animal, algo que dudo que ocurra en este caso.

Artísticamente lo peor es que al coro también lo maltratan, haciéndole bailar, brincar y cambiarse de ropa a un ritmo frenético en una obra que si algo requiere es concentración y recogimiento para expresar lo mucho que dice la partitura.

Ni siquiera con los ojos cerrados es un buen espectáculo porque la magnífica música de Mozart está interpretada por un coro estresado y desubicado, proyectando su voz buena parte del tiempo contra la pared, siendo un milagro que puedan cantar con lo que les hacen hacer.

No se entiende como con lo sindicalizados que están los cuerpos artísticos del Liceu se han prestado a este ultraje.

La orquesta, dirigida por Giovani Antonini, bastante hace con no perderse y no dejar solo al coro, si bien le falta brillo en su interpretación, siendo lamentable el papel tanto de la percusión como del viento, dos piezas esenciales en el Requiem.

Más luces que sombras

Las solistas femeninas, Anna Prohaska y Marina Viotti, más o menos bien aunque no tanto los masculinos, Nicola Ulivier y Levy Sekgapane, destacando este último por su floja interpretación.

De aprobado justito no puede pasar la calificación de la parte musical y de muy deficiente el resto, concepto, dirección artística, escenografía, iluminación, vestuario….

Imagen del Requiem de Mozart en el Liceu

Imagen del Requiem de Mozart en el Liceu LICEU

A pesar de la debacle, el público demasiado educado, marchando en silencio una buena parte del mismo sin esperar a los aplausos y, quienes se quedaron, premiando al solista de la escolanía, una voz angelical que resonaba muchísimo mejor que el coro, y aplaudiendo educadamente al resto.

Este engendro evidencia la irregularidad de la temporada, aunque, de momento, ganan las luces a las sombras. El concierto de Sondra Radvanosky y Piotr Betzala estuvo muy bien, Madama Butterfly fue más que correcta y la Traviata, simplemente excepcional.

Lo malo es que este Requiem no es el único bache que nos espera en esta temporada que ahora cruza su ecuador, pero al menos volveremos a ver a Nadine Sierra en escena y también disfrutaremos con una ópera de Wagner.

El que no se consuela es porque no quiere, aunque la decadencia de este Liceu es innegable.

Solo un dato, el presupuesto de hace 15 años era más de un 50% superior al actual, considerando, como no puede ser de otra manera, la inflación acumulada.

Eso explica que entonces pudiésemos ver producciones propias que quedan para la historia, como la Cenerentola de els comediants con Juan Diego Florez y Joyce DiDonato de protagonistas, y hoy tenemos este “espectáculo” malgastando uno de los 12 eventos de la temporada.