Lohengrin en el Liceu… esto es ópera

Lohengrin en el Liceu… esto es ópera

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'Lohengrin' en el Liceu… esto es ópera

La directora del Festival de Bayreuth, Katharina Wagner, bisnieta del autor de Leipzig, dirige la ópera y se inventa el final, algo atroz para los wagnerianos, una polémica excelente para el Gran Teatre del Liceu

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Tras un Parsifal en 2023 y solo un concierto de un acto de La Valquiria el año pasado, llega, por fin, un estreno mundial de una producción sobre una ópera de Wagner en el Liceu. Además, con la firma de la directora del Festival de Bayreuth, Katharina Wagner, bisnieta del autor de Leipzig.

Como guinda, una disputa entre divas que roza lo surrealista, culminada por un sonoro abucheo a la directora por parte del respetable el día del estreno. ¡Esto es Ópera!

Una noche inolvidable en el Gran Teatro del Liceu

La noche del estreno de Lohengrin en el Gran Teatro del Liceu fue magnífica. Lleno hasta la bandera, con los habituales del conservador turno A, pero también mucho espectador alemán y francés. La ocasión lo merecía: un estreno mundial aplazado cinco años. Y no decepcionó.

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La orquesta y el coro estuvieron excelentes, majestuosos, nada que ver con el reciente espantajo del Requiem.

Los cantantes, entre bien y muy bien, en especial la “suplente” Miina-Liisa Värelä y Elisabeth Teige. La escenografía, la iluminación y el vestuario tenían un sentido, pero la bisnieta de Wagner quiso contarnos otra historia y se lio parda.

Las reinterpretaciones en la ópera

Las óperas tienen música y libreto, y eso no se puede cambiar. Pero ahora está de moda “interpretar” al autor, dando giros que no corresponden con lo que los autores querían transmitir.

Hay que entender que la gran mayoría de óperas se escribieron hace unos doscientos años, si no más, y la sociedad era la que era. No es casualidad que en todas las óperas haya maltratos, infidelidades, machismo, muertes… la literatura de hace unos siglos no se puede cambiar.

Wagner y su contexto histórico

Wagner ejemplifica las virtudes y los defectos del romanticismo: exceso por todos lados, pasión por la mitología, nacionalismo desbordado. No es el único ni mucho menos; los autores románticos son así. Y justo por esa visión nacionalista y pasional enganchó tan bien con el régimen nazi.

No es casualidad que Wagner sea odiado en Israel y sean escasísimas las ocasiones en que se ha interpretado su obra en ese país; prácticamente solo se atrevió Barenboim en su genuina lucha por sanar heridas, todas las heridas.

Las modificaciones de Katharina Wagner

En la revisionista versión de Katharina Wagner, Lohengrin pasa de ser una mezcla de caballero andante y príncipe azul a un ser perverso y retorcido; la bruja Ortrud se convierte en hada y Elsa canta una cosa y pone cara de lo contrario. Pero lo que abre las carnes de los aficionados a Wagner, y motiva el abucheo generalizado, es que se cambia todo el final.

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El hermano de Elsa no resucita y Lohengrin se suicida tras matar al cisne, negro en esta ocasión. Un final en las antípodas del original. Lo malo para la señora Wagner es que se está enfrentando con auténticos hooligans, porque a quien le gusta Wagner le gusta mucho.

Las complicaciones previas al estreno

Ya antes del estreno hubo lío. La soprano Iréne Theorin decidió no acudir a la presentación de la obra ni cantar en el estreno, pero sí en las otras cinco representaciones. La directora tampoco acudió a la rueda de prensa para no pasar el sofoco.

Lo de no cantar un día, pero los otros cinco sí, supongo que se debe a que no venir hubiese supuesto tener que devolver lo adelantado hace más de cinco años y pagar una indemnización al Teatro.

El contexto financiero de la producción

Se trata de una producción que debió estrenarse en marzo de 2020, pero hace ahora cinco años nos encerraron a todos.

Como es costumbre en el sector, el Gran Teatro imagino que pagaría un 30% a los cantantes al confirmar su participación, probablemente en 2018, o incluso antes.

Una segunda parte se paga al comenzar las funciones y el resto al final de las representaciones.

Repercusiones para el Liceu

La verdad es que todo este embrollo está llegando a los wagnerianos de todo el mundo y esto no le viene nada mal a un teatro que, haciendo gala de su tradición, tiene que ser el referente del sur de Europa de la ópera de Wagner.

El fracaso de la directora, pero el éxito de la orquesta y el coro, es una excelente publicidad para el teatro. Hace tiempo que Wagner se programa con temor, solo seis representaciones cuando de otras obras se programan 12.

El futuro del Liceu y Wagner

El Liceu, que lleva tiempo rumbo a la nada, debería no solo recordar su tradición wagneriana sino ponerla en valor. Es excelente que veamos una coproducción del Festival de Bayreuth, la ópera de Leipzig y el Liceu.

Barcelona ama Wagner, aunque mucha gente todavía no lo sepa. Wagner tiene que ser uno de los pilares que saque de la segunda división al Gran Teatro del Liceu antes de que sea demasiado tarde. Este Lohengrin y sus abucheos hay que aprovecharlos.

Aspectos destacables de la producción

Más allá del aberrante cambio de guion, la producción va en la línea de las interpretaciones modernas que tanto gustan a los subvencionados teatros de ópera alemanes.

Es un acierto hacer un dúo entre Lohengrin y Elsa separados en dos cubículos, porque así se pueden contar muchas más cosas, aunque sean equivocadas en este caso. Escuchar la marcha nupcial con el coro fuera de escena no es una mala idea, lo mismo que poner fanfarrias en varios palcos.

Hacer que Lohengrin resplandezca permanentemente, sobre iluminado y vestido de un blanco azulón es un efecto muy interesante, lo mismo que hacer un cisne mecánico, cada vez más protagonista de la escena.

Por aquello de llevar la contraria, el cisne era negro, especie todavía no conocida cuando vivía Wagner.

La orquesta y coros, lo mejor. Es una lástima que se le note tanto a Josep Pons lo que le gusta y lo que no le gusta dirigir. Maltrata a Verdi, pero borda a Wagner. Hoy es día, por tanto, de felicitaciones, igual que al coro. Sublimes.

El reparto vocal, muy bueno, como suelen serlo los cantantes especializados en el repertorio de Wagner, ya que quien se atreve con una de estas óperas suele acabar interpretando el repertorio completo, con honrosas excepciones como el gran Plácido Domingo que se atreve con todo. 

El reparto vocal

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Les acompañan Günther Groissböck en el papel de Heinrich, y Roman Trekel como el heraldo del Rey. Solvencia, buen timbre, potencia… lo que debe exigírseles a intérpretes más que reconocidos en el universo wagneriano, si bien Groissböck y Trekel son los que quedaron algo por debajo de la media.

En definitiva, una excelente ocasión para que el Liceu de un paso al frente y se anime a realizar acciones concretas para ser el referente de Wagner en el sur de Europa, haciendo de estas funciones algo especial y atrayendo a público de todo el mundo.