Frutería Cal Neguit en la Boqueria Barcelona
Cal Neguit, la frutería centenaria que resiste en La Boqueria: “El turista no es nuestro target”
En un mercado cada vez más pensado para el turista exprés, esta parada fundada en 1877 planta cara al modelo 'low cost' con producto de proximidad, clientela fiel y el trato directo
Los paradistas abrazan la transformación de la Boqueria, pero desconfían de la recuperación del cliente barcelonés
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Una leyenda familiar, una parada centenaria y una férrea voluntad de resistir. La historia de Cal Neguit, el puesto 250 del mercado de La Boqueria, comienza en 1877 con una promesa de boda y continúa hoy en una esquina asediada por turistas y vasos de fruta precortada.
Entre escaparates de filas y filas de zumos fluorescentes, Eva --mujer de Pere Miquel Ferran, actual propietario y técnico agrónomo-- defiende un legado de cinco generaciones con un objetivo claro: no perder la identidad.
Tomates cor de bou de Sant Boi, de Cal Neguit, en La Boquería Barcelona
"El turista no es nuestro target", sentencia. "Viene aquí a tocar un tomate que luego ni compra. Yo siempre digo: 'mínimo un quilo y la fruta la cojo yo'", añade con una sonrisa afilada.
Una historia de mercado, amor y carro
Todo empezó en los campos de L’Hospitalet, en la zona donde hoy se alza la Fira de Barcelona. El tatarabuelo de Pere cultivaba fruta y verdura y cada mañana la cargaba en el carro para venderla en la plaza de la Gardunya, a pocos metros del mercado.
Un día, le preguntó a su prometida qué quería como regalo de bodas. “Una parada en La Boqueria”, respondió ella. Y así fue: el mismo día de la boda, en 1877, la pareja inauguró su puesto en la esquina del mercado.
Parada de Cal Neguit en la Boqueria. Mediados de los años 40.
Desde entonces, Cal Neguit no se ha movido de esa esquina. Pere y Eva, junto a cinco trabajadores más, continúan al frente del negocio, combinando la venta directa con el reparto a domicilio.
“Nos comunicamos con los clientes habituales por WhatsApp, y Pere es quien reparte por toda Barcelona”, explica ella. Su clientela fija --restauradores, vecinos, familias-- sabe que aquí la calidad es innegociable.
Entre el ‘do not touch’ y los zumos para Instagram
El panorama que rodea a Cal Neguit ha cambiado radicalmente en los últimos años. En los mostradores vecinos proliferan los vasos de frutas precortadas, los smoothies industriales y los carteles de “Do not touch” pensados para selfies apresurados. “Estamos rodeados de producto precocinado”, lamenta Eva. “Eso también está afectando a las ventas de la restauración”.
Parada de la frutería Cal Neguit, en la Boqueria Barcelona
Pero Cal Neguit no cede. Mientras muchas paradas han adaptado su oferta al turismo exprés, ellos siguen defendiendo su fórmula de producto de proximidad y trato directo. “Seguimos parámetros de calidad”, subraya Eva.
De la clientela fiel a la ciudad sin alma
El paso del tiempo también ha transformado los hábitos de compra. “Las mujeres de hoy trabajan y ya no tienen tiempo de ir a comprar al mercado una mañana entre semana”, explica.
Entre semana, sus clientes son sobre todo personas mayores, "la gente de toda la vida". Las familias y la gente joven vienen el sábado por la mañana, cuando el mercado todavía respira un poco de aire local.
La parada de la frutería Cal Neguit, en la Boqueria Barcelona
Pese al entorno cada vez más turístico, Cal Neguit mantiene su comunidad. Y no por falta de competencia, sino precisamente por su escasez. “Nos iría bien tener más fruterías como la nuestra, para atraer a un cliente local interesado en productos frescos y de calidad”, dice Eva.
Pero la tendencia es otra: más oferta turística, menos identidad. “Antes había mucho más comercio local. Esto ya no es un mercado: es un reflejo de la ciudad, ya no tenemos personalidad”.
Resistir es una forma de protesta
A pesar del desgaste, Eva y Pere no tiran la toalla. Han vivido reformas, cambios normativos y casos como el del mítico Pinotxo, que abandonó su espacio tras un conflicto con la administración.
“Es un problema de la zona y de la permisividad del gobierno municipal”, opina Eva. Y sentencia: “Es casi insostenible”.
Pero también hay humor y resistencia: "Si nos intentan echar", dice entre risas, "resistiremos. Se lo pondremos difícil".
Cartel de la frutería Cal Neguit, en la Boqueria, abierta desde 1877 Barcelona