Un niño con problemas para respirar se protege la nariz
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Verano y asma infantil: un cóctel peligroso al que prestar atención
El verano no es igual para todos. Para los niños con asma, la temporada de calor, calima y contaminación puede convertirse en un verdadero problema para su salud respiratoria
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Con la llegada del verano, los pulmones más vulnerables se preparan para una lucha que puede pasar inadvertida, pero de una gran intensidad. El aumento de las olas de calor, la persistencia de la calima y los picos de contaminación atmosférica dibujan un escenario más hostil que nunca para las personas con enfermedades respiratorias crónicas, en especial los niños con asma.
"Este verano será más complicado y duro para estos pacientes", advierten los neumólogos, ya que el calor no llega solo: lo acompaña el polvo del desierto en suspensión, capaz de colarse sin filtro en las vías respiratorias de quienes más lo sufren.
La calima, explican, es un fenómeno atmosférico que intensifica el impacto de las altas temperaturas, y su potencial de daño pulmonar varía en función de su densidad. En personas con hiperreactividad bronquial, como los niños asmáticos, estas partículas son capaces de provocar una tormenta en los bronquios con síntomas como tos intensa y broncoespasmos, incluso cuando para otros pasarían inadvertidas.
Bronquios al límite
El modo de actuación no deja lugar a dudas: durante los días de calima o máxima contaminación, hay que evitar la actividad física al aire libre, especialmente en menores con patologías respiratorias. No se trata solo de protegerlos del calor, sino de minimizar el riesgo de crisis asmáticas que podrían haberse evitado.
A esto se suma un aspecto a menudo olvidado: la hidratación y la protección solar. “Con el calor, se incrementa la pérdida de líquidos a través del sudor, algo crítico en niños y mayores, que además suelen tener menor sensación de sed”, señala la doctora Ángeles Spangenberg, Neumóloga pediátrica en el Hospital QuirónSalud Barcelona. La deshidratación, en estos casos, no solo es peligrosa en sí misma, sino que agrava aún más los efectos del asma.
Por si fuera poco, la calima actúa como vehículo para otro enemigo silencioso: la contaminación atmosférica. No se trata solo del polvo sahariano, sino de una mezcla tóxica de partículas en suspensión, metales pesados, hidrocarburos aromáticos y ozono troposférico, generado por los motores de combustión y potenciado por la radiación solar. Esta combinación afecta tanto a quienes ya padecen asma como a quienes podrían desarrollarlo, sobre todo en etapas tempranas de la vida.
El arma secreta: inhalador con cámara espaciadora
En este contexto, el correcto uso de los inhaladores se vuelve una pieza clave para mantener el asma infantil bajo control. Aunque consiste en un tratamiento común, su eficacia depende en gran medida de su aplicación adecuada. Aquí entra en juego un instrumento muchas veces infravalorado: la cámara espaciadora. Este sencillo dispositivo asegura que el fármaco llegue a donde debe, los pulmones, y no se pierda en la boca o la garganta. “Es fundamental, especialmente en los niños, porque facilita la inhalación pasiva y reduce los efectos secundarios”, señala Spangenberg.
La mayoría de las cámaras actuales son universales, válidas para todas las edades gracias a su tamaño estándar, y suele estar fabricada con material antiestático para evitar que el medicamento se adhiera a sus paredes. Si no lo es, existe un truco: disparar cinco veces el inhalador antes de la dosis real para neutralizar esa carga estática. También se debe insistir en algo que muchos olvidan: enjuagar la boca del niño tras cada inhalación, sobre todo si se utilizan corticosteroides, para evitar irritaciones o infecciones locales.
Paso a paso, sin errores
Para que la técnica sea eficaz, hay que seguir un protocolo. Primero, comprobar que el inhalador tiene dosis y agitarlo bien. Luego, colocarlo en la cámara y, si el niño es pequeño, usar una mascarilla que selle bien la nariz y la boca. Tras presionar el cartucho, se debe permitir al menor respirar de forma natural: entre tres y cinco veces si colabora, o entre cinco y diez si no lo hace. Es importante esperar unos segundos antes de administrar una segunda dosis y, al finalizar, guardar todo limpio y en un lugar seco. No hay que olvidar lavar la cámara cada mes y cambiarla una vez al año.
En definitiva, el verano impone un nuevo nivel de alerta para las familias con hijos asmáticos. Pero con información, prevención y una buena técnica en el uso de medicación inhalada, se puede evitar que el calor se convierta en una amenaza. “El control del entorno y el manejo correcto del tratamiento son la mejor defensa para proteger esos pulmones en desarrollo”, concluye la doctora Spangenberg. Y esa defensa empieza en casa, cada vez que un pequeño respira profundo y, gracias a un simple dispositivo, puede volver a disfrutar del verano sin miedo.