Puente de Mühlberg

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Barcelona homenajea un puente histórico que se construyó en una semana con uno de los mejores miradores: a más de 260 metros

Este rincón ofrece la posibilidad de disfrutar de unas vistas increíbles de la capital catalana, alejado de la popularidad y el bullicio de otros espacios icónicos como los Búnkers del Carmel

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Barcelona es una ciudad llena de rincones sorprendentes, muchos de ellos todavía por descubrir para buena parte de sus propios habitantes.

Aunque los Búnkers del Carmel han sido durante años el mirador más popular para ver la ciudad desde las alturas, a escasos metros existe una alternativa igual de impresionante y mucho más tranquila: el puente de Mühlberg.

Se trata de una estructura de acero de 70 metros de longitud, ubicada a más de 260 metros de altitud, que se ha convertido, sin pretenderlo, en uno de los miradores más espectaculares —y menos concurridos— de la capital catalana.

Una obra relámpago de ingeniería

El puente de Mühlberg no solo destaca por sus vistas, sino también por su historia. Fue construido en marzo de 1991, cuando se levantó esta pasarela metálica que une el barrio de Can Baró con el Parc del Guinardó, salvando el vacío dejado por las antiguas canteras del Turó de la Rovira.

La obra fue ideada por el arquitecto municipal Ignasi de Lecea i Flores, quien diseñó una solución eficiente, funcional y que hoy se integra perfectamente en el entorno natural.

Vistas panorámicas del puente de Mühlberg

Vistas panorámicas del puente de Mühlberg WIKIMEDIA COMMONS

Más que un paso elevado, el puente se alza como un símbolo de la transformación urbana de una zona que, durante buena parte del siglo XX, fue escenario de actividad extractiva intensiva. La piedra caliza del Turó de la Rovira se utilizó para construir cal y materiales de obra, lo que generó enormes boquetes en la montaña. Uno de los más grandes fue precisamente el que hoy cubre el puente.

Vistas sin aglomeraciones

A pesar de su privilegiada localización, el puente de Mühlberg ha permanecido en un discreto anonimato, eclipsado por la fama de los Búnkers del Carmel.

Sin embargo, sus vistas no tienen nada que envidiar: desde él se divisan claramente el mar, la Sagrada Família, el Eixample y buena parte de la montaña de Collserola. Todo ello, sin tener que esquivar trípodes, mochilas o ruidos de grupos de turistas.

Este espacio, mucho más tranquilo, se ha convertido en un lugar ideal para quienes buscan disfrutar de Barcelona desde las alturas sin agobios. Al atardecer, el puente ofrece una de las panorámicas más bellas de la ciudad, con el sol cayendo sobre las fachadas modernistas y los barrios que se extienden hasta el litoral.

De resistencia vecinal a orgullo del barrio

En su origen, el puente no fue bien recibido por todo el vecindario. La zona, que hasta pocas décadas atrás albergaba barracas, vivió un proceso de desalojo doloroso para muchos vecinos. La construcción de nuevas infraestructuras como esta pasarela fue vista con cierto recelo.

El puente de Mühlberg en una imagen de archivo

El puente de Mühlberg en una imagen de archivo WIKIMEDIA COMMONS

Sin embargo, con el paso del tiempo, los residentes han terminado por adoptarlo como un elemento valioso de su entorno.

De hecho, las asociaciones vecinales participaron en el homenaje póstumo al arquitecto en 2014, cuando se bautizó con su nombre el mirador cercano que acoge la escultura “L’ordre d’avui és el desordre de demà”.

Cómo llegar

Acceder al puente de Mühlberg es sencillo en transporte público. Se puede tomar la Línea 4 (amarilla) del metro hasta la estación de Alfons X, desde donde se llega caminando en unos 15 minutos. También pasan por la zona varias líneas de autobús, como la 39 y la 119, que conectan con puntos clave de la ciudad.

Una vez allí, el visitante se encuentra con una estructura sobria pero elegante, con barandillas metálicas que enmarcan perfectamente el paisaje urbano. Al cruzarlo, se accede directamente al Parc del Guinardó, otro pulmón verde de la ciudad que invita a seguir explorando la naturaleza urbana.

En una ciudad donde los lugares icónicos a menudo están saturados de visitantes, el puente de Mühlberg representa otra cara de Barcelona: la del descubrimiento pausado, el patrimonio discreto y la historia local.