Inflamación de la rodilla y dolor persistente, síntomas de una artrosis
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Artrosis de rodilla: cómo frenar el desgaste antes de que sea tarde
El desgaste del cartílago y la aparición de la artrosis no son una condena inevitable: existen hábitos y tratamientos que pueden marcar la diferencia entre el dolor y la libertad de movimiento
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A lo largo de la vida, las rodillas cargan con historias de caminatas, esfuerzos y, a veces, excesos. No es extraño que, con el paso del tiempo, el cartílago que las protege empiece a desgastarse.
Esta fina capa, que actúa como amortiguador entre los huesos, pierde su elasticidad y resistencia, dejando al descubierto al hueso subcondral. Es entonces cuando surge la conocida artrosis, una enfermedad que se manifiesta con dolor persistente, inflamación y deformidad progresiva.
No solo el cartílago acusa el paso del tiempo: los meniscos se debilitan, los ligamentos pierden firmeza y la articulación se resiente en conjunto. Aunque la artrosis es más frecuente en mujeres mayores, también aparece en personas con sobrepeso, en quienes han sufrido una lesión previa de rodilla o en aquellos con predisposición genética. Sin embargo, envejecer no significa rendirse al dolor.
La fuerza de los pequeños gestos
"A medida que envejecemos, nuestras articulaciones, especialmente las rodillas, tienden a experimentar desafíos relacionados con el desgaste natural del cuerpo. Pero estos desgastes no implican necesariamente estar condenado al dolor o tener que someterse a una intervención. Hay mucho que podemos hacer para minimizar las molestias sin resignarnos a una intervención quirúrgica prematura", señala el doctor Óscar Ares, traumatólogo y cirujano ortopédico especialista en rodilla del Hospital El Pilar.
El cuidado de la rodilla empieza en la mesa. Una dieta equilibrada y rica en nutrientes esenciales fortalece no solo el cartílago, sino también los tejidos blandos que le dan soporte. Eliminar el sobrepeso es otra medida clave: cada kilo extra se convierte en hasta cuatro kilos de presión adicional sobre la articulación. No es un detalle menor: reducir esa carga puede traducirse en la desaparición o atenuación de los dolores artrósicos.
"Parece un tópico, pero el peso tiene un efecto mecánico directo sobre nuestras rodillas. Cada kilo de más se traduce en 4 kg de presión adicional sobre nuestras articulaciones de carga", explica el especialista.
El ejercicio adecuado es otro aliado imprescindible. Trabajar la musculatura que rodea la rodilla, en especial cuádriceps e isquiotibiales, contribuye a estabilizar la articulación. Actividades como caminar en el agua, pedalear en bicicleta o realizar sentadillas parciales ayudan a preservar la movilidad y la flexibilidad, aunque la artrosis ya haya comenzado a limitar el rango articular. Eso sí, conviene evitar los deportes de alto impacto, como correr o saltar, que aceleran el deterioro del cartílago.
"La rodilla artrósica pierde rango de movimiento de forma progresiva y, aunque esto no es completamente reversible, debemos esforzarnos en mantener la mayor movilidad y flexibilidad de nuestras articulaciones posible", afirma el doctor Ares.
Apoyos externos: más allá del calzado
El tiempo de pie, las caminatas largas o incluso la forma de las piernas pueden condicionar la salud de la rodilla. Un calzado adecuado, con buena amortiguación, se convierte en un escudo invisible contra el dolor. Las plantillas ortopédicas pueden ser un apoyo adicional, sobre todo en casos de genu varo (piernas arqueadas) o genu valgo (rodillas en “X”), donde una ligera cuña sobreelevada en el calzado redistribuye las cargas y reduce la presión en el compartimento dañado.
En paralelo, existen rodilleras de descarga que alivian el compartimento más afectado o dispositivos con barras laterales que dan un soporte extra. Sin embargo, tanto las plantillas como las rodilleras deben usarse bajo indicación médica, ya que no todas las rodillas se benefician por igual. La clave está en la personalización: lo que a un paciente le alivia, a otro puede resultarle inútil o incluso molesto.
Cuando el dolor se convierte en límite
"Ante situaciones de dolor o de molestia continua es imprescindible acudir al especialista para que pueda realizar una evaluación", comenta el doctor Ares. A pesar de todas las medidas preventivas, hay momentos en que el dolor y la limitación obligan a consultar al especialista. La solución definitiva en casos de artrosis avanzada y difusa es la prótesis de rodilla, una cirugía que, en manos expertas, logra tasas de éxito superiores al 80-90% a 15 años. No solo devuelve la movilidad, sino que mejora de manera notable la calidad de vida.
En pacientes más jóvenes, por debajo de los 50 años, lo que aparece con mayor frecuencia no es artrosis generalizada, sino una lesión de cartílago localizada. Para ellos, la opción suele ser la cirugía de preservación de rodilla, con técnicas de trasplante de cartílago que resuelven entre el 85 y el 90% de los casos.
Estas intervenciones son especialmente útiles cuando se combinan con correcciones de menisco, ligamentos o alineación, y siempre requieren un análisis individualizado. "Con frecuencia estos pacientes presentan además lesiones combinadas de ligamentos, menisco o de desalineación por lo que cada caso debe analizarse individualmente", afirma.
El especialista indica también que antes de plantear cirugía, las infiltraciones pueden ser una herramienta “puente” para reducir dolor y ganar función mientras se consolida el plan conservador (ejercicio, control de peso y ajustes de alineación). “Existen diferentes tipos y debemos elegir según el fenotipo del dolor y el patrón radiográfico”, concluye el doctor Ares.