Imagen de la sesión de danza en el Liceu
Una gran gala de danza en el Liceu
Las dos veladas de ballet fueron espléndidas, con un cuerpo de baile cada vez más asentado, el ballet de Catalunya, unos primeros bailarines de los mejores ballets del mundo y una gran directora de orquesta, Andrea Quinn
'Giselle' en el Liceu, un buen ballet, ni más ni menos
El ballet de Catalunya, una de las escasísimas compañías estables de ballet en Catalunya, lleva años organizando una gala de ballet con motivo del fin de sus “campamentos” estivales, la IB Stage Gala, que además tiene una réplica en Nueva York. Con esa idea nace una gala de danza muy bien armada, ejemplo de lo que podría hacer el Liceu apoyando, y apoyándose, en la iniciativa privada.
Las dos veladas de ballet, solo dos porque seguimos siendo muy conservadores, fueron espléndidas porque tenían todos los ingredientes para triunfar. Un cuerpo de baile cada vez más asentado, el ballet de Catalunya, unos primeros bailarines de los mejores ballets del mundo (Royal Ballet, American Ballet, Ópera de Viena, Mariinski…) y una directora de orquesta, Andrea Quinn, especializada en dirigir orquestas sinfónicas en espectáculos de ballet, porque lo mismo que un buen director de orquesta para una ópera es el que sabe seguir a los cantantes, algo equivalente sucede con el ballet, tiene que adaptar la velocidad de la música a las características del bailarín para poder obtener lo mejor.
Imagen del espectáculo de danza en el Liceu
El único pero, la escenografía, inexistente, un fondo plano iluminado o un telón negro. Pero la valoración general tiene que ser más que positiva.
Sensibilidad y fuerza
La danza contemporánea corrió a cargo del ballet de Catalunya que lo hizo realmente bien. Los números fuertes, más acrobáticos, a cargo de bailarines de primer nivel. Pero además de la excelente calidad técnica de todos los bailarines en el escenario impactó, y mucho, la sensibilidad transmitida por Yuriko Kajyia y Connor Walsh, del Ballet de Houston, en una interpretación magistral de una coreografía de Stanton Welch sobre música de la ópera Madama Butterfly.
La ópera de Puccini no incluye un ballet, pero Yuriko interpretó una genial Cio-Cio-San y Connor un impresionante Pinkerton. En su danza se resumía toda la ópera, en una impresionante combinación de sensibilidad por parte de ella y de fuerza por parte de él.
Destacar a alguien puede ser injusto por dejar fuera al resto. Pero sin duda los dos números fuertes iban al final de cada parte, destacando las escenas de Don Quijote al final de la gala por un gran Julian Mackay y la joven, y prometedora, estrella del Mariinsky, María Khoreva, la gran estrella de la noche, al menos por premios y proyección.
El público responde
Hablando de rusos, sorprende la protesta en la puerta del Liceu por un grupo de, imagino, bienintencionados defensores de la causa ucraniana. Solo un artista, Khoreva, está en nómina de un teatro ruso, y desde hace mucho tiempo el tema del boicot relacionado con los artistas está más que solucionado, como demuestra la agenda internacional de la diva Netrebko.
Los empleadores del resto de bailarines son teatros ingleses, americanos o austriacos. Salvo que la protesta buscase el veto de la música de Tchaikovski, no se entiende que hacía la decena de personas que protestaban a las puertas del Liceu. Felizmente, vivimos en un país con libertad de expresión, pero un poco más de información no vendría mal.
A destacar también el buen papel del joven David García Lucas, formado en el Institut del Teatre i el Centre de Dansa de Catalunya y que hizo una excelente pareja con Lyudmila Konovalova, primera bailarina desde 2011 del ballet de la ópera de Viena, abriendo el espectáculo con una vibrante versión del Cascanueces. Ni el currículum ni la diferencia de edad impresionaron a nuestra joven promesa.
Excelente también el pas de Deux de Manon, con dos intérpretes del Royal Ballet o la interpretación de Onegin, con un brillante Friedmann Vogel y Hanna O’Neill, y así hasta los 11 números que nos dejaron con ganas de más.
Una gran velada que sabe a poco, el Liceu puede animarse a programar más ballet, de calidad, porque el público responde.