Una niña con TEA ayuda a su madre a preparar un pastel
Cómo reducir el estrés navideño en niños y niñas con autismo
Las fiestas navideñas pueden resultar difíciles para niñas y niños con autismo, pero con planificación, apoyos visuales y una rutina estable pueden disfrutarse de forma más tranquila y adaptada
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El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta de forma diversa a la comunicación, la interacción social y la flexibilidad de conducta. Estas características influyen en la manera en que cada persona percibe y se adapta al entorno.
Comprender el funcionamiento particular del cerebro en el autismo permite diseñar entornos más predecibles y seguros, especialmente en contextos como las fiestas navideñas.
Las dificultades propias del TEA no solo inciden en el individuo, sino también en las personas que conviven con él, lo que hace esencial la formación y orientación profesional de familias y docentes.
El acompañamiento, clave
El apoyo cotidiano es una herramienta fundamental para favorecer el desarrollo. Actividades escolares y familiares basadas en la comprensión y en la aceptación de los intereses del menor contribuyen a ampliar su participación social y su aprendizaje.
Tal como señala el Dr. Antonio Arumí, jefe de servicio de la unidad de psicología y psiquiatría del Hospital Universitari General de Catalunya, “los avances más significativos se logran cuando se parte de los intereses del niño y se integran en rutinas estructuradas”.
La clave está en adaptar el entorno para que el niño pueda desenvolverse con menor estrés y mayor autonomía.
Adaptar el entorno y fomentar la interacción
Aceptar a la persona con TEA implica evitar el intento de modificar su manera de ser y, en su lugar, ajustar las condiciones del entorno. Esta adaptación —ya sea en casa, en la escuela o en espacios públicos— no solo beneficia al niño, sino también a sus compañeros y familiares, que aprenden a manejar la diversidad de comportamientos y necesidades.
“Cuando la escuela o la familia se ajustan a la persona, se reducen las conductas disruptivas y aumenta la calidad de la interacción”, subraya el doctor Arumí.
Para fomentar las relaciones sociales, se recomienda facilitar el juego espontáneo con un compañero o familiar cercano, anticipar normas y consecuencias, y enseñar mediante el modelado el significado del lenguaje no verbal y las emociones.
Propiciar el contacto visual o reforzar la atención compartida puede hacerse con estrategias sencillas, siempre evitando la presión. Estas prácticas ayudan a mejorar la comunicación funcional y la comprensión del entorno.
Navidad y gestión del cambio
Las fiestas navideñas suponen una alteración significativa de la rutina, algo que puede generar inquietud o sobrecarga sensorial en niños con TEA.
Para minimizar este impacto, la Unidad de Psiquiatría del Hospital Universitari General de Catalunya recomienda anticipar todos los eventos: explicar con tiempo dónde se celebrarán, quién asistirá y qué se espera de cada situación. El uso de pictogramas, imágenes o agendas visuales puede facilitar la comprensión y reducir la incertidumbre.
También es importante respetar los límites del niño en relación con el contacto físico o verbal. No conviene insistir en que salude, abrace o participe en actividades sociales que no comprende o no desea realizar.
Además, se debe intentar mantener los horarios habituales de sueño y comida, así como disponer de un espacio tranquilo para descansar, contribuye a evitar el agotamiento sensorial. Según los especialistas de esta Unidad altamente especializada, “la previsión y la estructura son los principales aliados durante las celebraciones”.
Claves para unas fiestas inclusivas
Planificar con antelación, ofrecer apoyos visuales y mantener rutinas estables son medidas que favorecen el bienestar del menor con TEA durante la Navidad. Es recomendable que los adultos informen también al resto de familiares o amigos sobre estas necesidades, con el fin de garantizar un entorno más comprensivo y coherente.
La colaboración entre familia y profesionales resulta esencial para ajustar las estrategias según el nivel de desarrollo y el perfil sensorial de cada niño.
De este modo, las fiestas pueden convertirse en una oportunidad para reforzar habilidades sociales, practicar la flexibilidad cognitiva y trabajar la autonomía personal. Como resume el Dr. Arumí, “una celebración planificada con apoyos adecuados no solo reduce el malestar del niño, sino que mejora la convivencia y la participación de toda la familia”.