La playa de la Mar Bella de Barcelona se alumbra son antorchas y se adorna con frutas este viernes para celebrar, no San Juan, sino Inti Raymi.
El Inti Raymi sigue siendo la ceremonia más importante de muchos pueblos indígenas, la mayoría de Ecuador. Una celebración que nunca se ha perdido del todo, si no que se ha sintetizado con el San Juan católico y los últimos diez años, se ha ido retomando también en el éxodo. Inti Raymi es una celebración que se dedica al astro solar, un día señalado que inicia el nuevo año. Se rinde culto al Sol (Inti) para pedirle prosperidad y agradecer a la naturaleza todos los alimentos que se han cultivado durante el invierno, mientras la Tierra duerme y enriquece el suelo.
Comunidades indígenas de Otavalo, Cayambi y Caranqui residentes en Barcelona, organizan el Inti Raymi de una manera bastante libre, ya que la festividad no requiere de guión, aunque si va precedida por un ritual que conduce un sabio, el yaychay, y se continúa con el armaytuta (baño a media noche) en el mar. A partir de las 22:30 horas, cualquiera puede apuntarse a la celebración de agradecimiento a la naturaleza. Seguidamente, se puede formar parte del armaytuta y hacia la media noche, a las 00:00 horas, se prevé compartir la pambanesa, una práctica ancestral que consiste en compartir el kukabi, una especia de comida picnic tradicional indígena en la que predomina el grano seco, como la lenteja, el mote o el frijol.
Paralelamente, se recibirán los castillos de frutas acompañándolos de danzas circulares (como es el ciclo de la vida). Con los castillos de frutas, es el turno del prioste. Una persona que nombra a otra para hacer el castillo del año siguiente y se reparten algunas frutas entre los asistentes.
En el Inti Raymi queda prohibido el alcohol y la venta ambulante. Tampoco hay tarima, ni parlantes.
Inti Raymi llega a Barcelona de la mano de comunidades indígenas como lo hacían los incas en siglos pasados en Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia e incluso en el norte de Argentina. Las calles de estos lugares se llenan de flores, antorchas y piedras y la gente viste de blanco durante unos días para agradecer a los dioses las cosechas recogidas.
Últimamente, esta celebración ancestral también se ha convertido en un reclamo turístico.