Es altamente adictiva y de fácil acceso. En un bazar puede conseguirse por poco más de un euro. Sus efectos, sin embargo, son devastadores. Al inhalarla, la cola produce una sensación de euforia inmediata que el organismo traduce en quemaduras en las vías respiratorias, la muerte de neuronas y lesiones graves en el hígado, los riñones y la médula espinal. En Barcelona, el consumo de pegamento entre menores migrantes nunca ha desaparecido por completo, sino que cíclicamente ha decaído. Pero después, siempre ha vuelto a repuntar. En abril del año pasado el tema volvió a saltar a la agenda del día tras detectarse que unos 15 jóvenes adictos -bajo la tutela de la Generalitat- volvían a instalarse en el barrio de Santa Caterina
Tras saltar de nuevo la alarma, el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, exigió una respuesta a la Direcció General d'Atenció a la Infància i l'Adolescència (DGAIA) ante la aparente falta de un plan coordinado con el Consorci de Serveis Socials y el Ayuntamiento para detectar y tratar estos casos. En primera instancia, el organismo obtuvo una respuesta de la administración en la que decía haber identificado a estos jóvenes y preveía la creación de un “recurso específico per los niños y adolescentes con problemas de consumo de disolventes. Sin embargo, tras conocer la respuesta, el 14 de noviembre del año pasado, el Síndic pidió que se concretara este plan de actuación.
Desde entonces, el organismo espera a que la DGAIA les haga saber qué medidas se han adoptado para abordar la situación. De acuerdo con la ley, el plazo para tramitar esta información es de quince días, por lo que la administración se habría excedido casi cinco meses. Desde el gabinete del Síndic, Marta Buil entiende que “hay algunas problemáticas que son más complejas y necesitan más tiempo para ser estudiadas”, pero considera que la situación urge de una respuesta.
Concretamente, en la primera (y de momento única) respuesta, la administración asegura que los adolescentes que presentan este tipo de adicción ya han sido identificados pero no se informa de ninguna cifra concreta. Por eso, Ribó reitera la necesidad de que expongan cuántos menores y jóvenes están en esta situación.
La Guàrdia Urbana estacionada frente al Forat de la Vergonya
Respeto a la necesidad de una respuesta coordinada entre las administraciones implicadas, el DGAIA informó al Síndic de la creación de un recurso específico para jóvenes con problemas de consumo de cola diseñado por un equipo profesional de técnicos del Ayuntamiento, el Consorci de Serveis Socials y la propia institución. Sin embargo, como reitera Ribó, “la problemática persiste y urgen nuevas fórmulas para atender a estos adolescentes”. Por eso, el Síndic pide que se maximicen los esfuerzos para abordar las necesidades concretas y complejas de estos menores.
Además, Ribó también pide que se le informe del trabajo que se realizará para abordar la integración social de estos jóvenes cuando llegan a la mayoría de edad y recuerda que “el acompañamiento, la formación y el trabajo protegido son imprescindibles para garantizar su inclusión social”.
Vecinos y comerciantes
La situación de estos niños y jóvenes se convirtió de nuevo en noticia tras las recientes declaraciones del presidente del Partido Popular en el Ayuntamiento, Alberto Fernández Díaz, que reclamó "un plan integral de seguridad y de servicios sociales, para poner fin y freno a las molestias y a los problemas que generan los llamados 'niños de la cola'" en el barrio de Sant Pere.
En un comunicado, Fernández Díaz explicaba que las declaraciones obedecían a su visita a la zona y, concretamente, al Casal de Joves y la Escuela de Adultos Palau Alòs. Sin embargo, desde el Casal matizan que Fernández solo acudió a visitar a esta escuela con la que comparten instalaciones, pero que en ningún momento mantuvieron una conversación sobre el tema (aunque tampoco desearon hacerlo). Desde la entidad recuerdan que ellos trabajan con estos jóvenes del mismo modo que ofrecen su asistencia y ayuda a cualquier otra persona que así lo pida.
El líder del PP apuntó a que los vecinos y comerciantes "están hartos de que no se resuelva el problema, pero guardan silencio porque no quieren complicaciones”. Algo con lo que no acaban de coincidir tres mujeres que charlan en un banco frente al Forat de la Vergonya, que consideran que si optan por no hablar del tema o no dar sus nombres es porque “es muy complejo, hay muchos factores a tener en cuenta y es complicado explicar para quien no vive con esta realidad”. “Hay algunos que deben de tener unos 12-13 años y se te parte el corazón pensando en cómo malviven”, arranca una de ellas buscando la aprobación de sus compañeras. “Pero claro, también generan inseguridad porque pueden ponerse violentos”, concluye.
“¿Cómo puede ser que la situación se vaya repitiendo a lo largo de los años?” se pregunta la dependienta de una carnicería del Mercat de Santa Caterina que considera que “el problema tiene que cortarse de raíz, tienen que tratar a estos niños y no poner parches a los problemas que generan”. En un bazar de la Avenida de Francesc y Cambó, sin embargo, aseguran no estar al corriente de la situación. Entre regletas y alargos, sus estantes exhiben todo un surtido de disolventes.
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