La historia del número 1 de la calle Riereta de Barcelona se repite en decenas de pisos vacíos del Raval, la mayoría de ellos propiedad de fondos de inversión y grandes tenedores, que los narcotraficantes usan para vender droga. En este capítulo de la trama infinita de los narcopisos de Ciutat Vella, los vecinos dieron un paso más: ocuparon la vivienda para impedir la distribución de estupefacientes. La decisión se les ha girado en contra después que la propiedad del piso haya denunciado a dos de estos vecinos por un delito de usurpación.

El pasado octubre, agentes de los Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana detenían a un grupo de narcotraficantes y cerraban el narcopiso, activo durante ocho meses. El historial de este punto negro del barrio, sin embargo, viene de lejos. En su interior se vendió droga de 2015 a 2017 hasta que los vecinos, hartos de las peleas constantes y las amenazas, plantaron cara a los narcos y se marcharon.

DOS AÑOS SIN 'NARCOS'

Los vecinos tuvieron dos años de "tranquilidad". Durante este tiempo vivió como okupa un hombre que había sido desahuciado de su vivienda. La pesadilla se repetía para el vecindario cuando debido a la "inacción" de la propiedad, las mafias del Raval ocuparon de nuevo el piso para distribuír su mercancía. Tres semanas antes, el inquilino dejaba el piso a cambio de evitar una denuncia por parte de la compañía inmobiliaria.

Fachada del número 1 de la calle Riereta, que albergó un narcopiso. / G.A



David Cuadrado, uno de los vecinos denunciado por usurpación, acusa a los bancos y fondos de inversión de provocar la proliferación de los narcopisos que brotan como setas en el Raval. "Su irresponsabilidad afecta a la convivencia. Sus pisos vacíos son la principal fuente de problemas en el barrio", denuncia. Cuadrado vive en la puerta de al lado del antiguo narcopiso. Lo hace como okupa con otras personas desde hace dos años en un domicilio que antes de su llegada también funcionó como punto de venta de droga.

CITACIÓN JUDICIAL

El pasado 13 de febrero, los mossos, acompañados de un representante del fondo de inversión propiedad, entraron en el número 1 de la calle Riereta. Identificaron a Cuadrado y otra mujer y les entregaron una citación judicial para mayo tras ser acusados de un delito de usurpación. Este vecino, de 27 años, reprocha a la gestora inmobiliaria que se "desentendiera" del piso y de no hacer nada para cerrar el piso tras el operativo policial de octubre.

"Dijeron que quizá enviarían a alguien a cerrar el local al día siguiente, pero pasaron los días y nadie venía", explica. Para evitar que los traficantes volvieran a ocupar a los pocos días la vivienda, algo que ocurre con frecuencia en el distrito de Ciutat Vella, los vecinos tomaron la decisión de ocupar el piso e instalar un taller de carpintería. Durante dos meses, Cuadrado y otros residentes consiguieron ahuyentar a los traficantes. La vivienda no volvió a usarse como un punto de venta de droga.

OLOR A EXCREMENTOS

El segundo día del desalojo policial, volvieron a entrar rompiendo la ventana. Accedieron una segunda vez y robaron algunas herramientas, pero los traficantes renunciaron a instalarse. Ayudados por la entidad Acció Raval, los vecinos limpiaron y desinfectaron el domicilio para adecuarlo y convertirlo en un centro autogestionado. "El olor a excrementos y meados era penetrante", recuerda Cuadrado. Quitaron los muebles destartalados del piso, ropa sucia y restos de papel de plata usado por los traficantes y consumidores. Las pocas jeringuillas que encontraron eran el testimonio del consumo de drogas.

Plancha de madera colocada por los vecinos en una de las ventanas del antiguo narcopiso / G.A



La propiedad tampoco se ocupó de arreglar un bajante roto que había provocado humedades y un gran charco en el suelo. Según el relato de Cuadrado, el fondo de inversión se limitó a mandar a un operario para instalar una alarma una semana después y a un representante pasado un mes de la detención de los narcotraficantes. En la primera visita, Cuadrado y los vecinos impidieron la instalación de la alarma y, en la segunda, también negaron la entrada al representante que acudía con un cerrajero.

'HEMOS PLANTADO CARA'

"Somos nosotros los que hemos dado la cara para que no sigan traficando", justifica Cuadrado. El marco de la puerta estaba roto, al igual que las persianas metálicas y una parte del tejado que facilitaba el acceso desde el exterior. Un trabajo, sigue este vecino, que la propiedad se despreocupó de llevar a cabo, permitiendo la futura entrada de los narcos.

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